sábado, 16 de septiembre de 2017

Perversión o simbolismo en la obra de Balthus.

Balthus es uno de esos pintores a los que les precede su fama. Uno de esos a los que los calificativos acerca de su obra están llenos de prejuicios. Calificativos de doble moral que en la mayoría de los casos surten el efecto contrario, creando más expectación hacía unos lienzos cargados de erotismo, sensualidad, provocación, inquietud y seguro que muchos más, protagonizados por jóvenes preadolescentes. Esa será la clave, las protagonistas y sus actitudes. 


Cuando rondaba los 80 años sus manos, como las de Matisse, ya no podían aguantar los pinceles. Es entonces cuando descubre las posibilidades expresivas de la cámara fotográfica. Pertrechado con una Polaroid, propiedad de su íntimo amigo Federico Fellini, comenzará a fotografiar a Anna, una niña de tan solo 8 años, hija del médico del pequeño pueblo suizo al que el artista se retiró, convertiéndose en su última musa. Con el consentimiento de su padre, y durante 8 años, cada tarde de miércoles y en el mismo escenario de cortinas y luz filtrada cambiante según las estaciones y el momento, Anna se dejará fotografiar en un estado de laxitud que ha sido visto como demasiado sensual para una niña. Estas imágenes fueron vetadas por un museo alemán, en el 2014, al considerar que atentaban contra el decoro, tachando a su autor de pedófilo, algo con lo que Balthus tuvo que lidiar a lo largo de su dilatada vida.



Como si fuesen la Lolita que creó Vladimir Navokov, las protagonistas de sus lienzos son jóvenes cargadas de una sensualidad que emana de lo bello e inocente de la edad pueril. Muchachas que dejaban ver sus hombros o incluso como en el caso de Anna, alguno de los pechos en actitudes despreocupadas sobre un chaise longue. Al contrario que en la obra literaria, no hay relaciones prohibidas entre un hombre maduro y una joven adolescente, ni siquiera enamoramiento, aunque fuese platónico, por ninguna de las dos partes. Balthus elige a niñas como protagonistas de sus obras ya que, según él, son las que mejor reflejan la belleza sencilla y sin retoques de la preadolescencia, eran la representación de un símbolo, de lo etéreo.

Pero la sensualidad no solo proviene de lo evidente también de la atmósfera que crea a través de la captación de los valores plásticos: la luz matizada, dorada y cambiante y la gama cromática anaranjada, azulada y verde de tonos saturados que buscan la planitud y la plenitud creando un ambiente voluptuoso y cálido. Los colores perfectamente estudiados nos remiten a esa edad pura, omite las sombras duras que marcarían más las formas, aunque éstas se recortan como si se tratase de los recortables que Matisse utilizó para suplir la técnica pictórica a través de lo que él denominaría "dibujar con tijeras". Figuras planas en escenarios congelados en los que se desarrolla una acción cotidiana, en obras de gran perfección formal y refinamiento. Estos serían los elementos, los escenarios y las protagonistas de la obra balthusiana que entronca con el Surrealismo (aunque él la definirá como de realismo atemporal) y del cuál toma lo inquietante. Inquietantes son los escenarios e inquietantes las escenas. No hay nada dejado al azar. La obra de Balthus invita a mirar, a convertirnos en voyeurs y ahí radica la provocación de su obra. Con el espectador se cierra el circulo de la misma. La sensualidad aparece cuando la escena, que a priori es íntima, es revelada al que mira. La idea del voyeur siempre ha estado presente en el mundo del arte, así Picasso se servía de la figura de Degas para introducir a su particular mirón. En este caso habría que preguntarse ¿quién es el voyeur? ¿Balthus, el espectador o ambos?


A veces lo implícito se convierte en explícito como se aprecia en "La lección de guitarra" pintada en 1934. En esta obra cargada de simbolismo, Balthus se desprende de prejuicios convirtiéndose en su obra más delirante, tanto que la primera y última vez que fue exhibida la situaron en un cuarto apartado al que apenas se tenía acceso. La obra fue adquirida por diferentes coleccionistas, todos se fueron desprendiendo de ella como si quemase, uno de ellos quiso donarla al MoMA pero después de pasar unos años en el almacén, Blanchette Rockefeller, presidenta del museo, la rechazaría por escandalosa. Finalmente la obra fue comprada por un coleccionista anónimo, posteriormente su nombre saldría a la  luz, pero hasta ese momento y contando con la complicidad del artista nadie supo ni quién la compró ni en qué lugar del mundo se encontraba. Lo que vemos en la obra es una escena sexual, impúdica e incluso quizá de dominación entre una profesora y su alumna. Mientras la profesora está vestida, mostrando únicamente uno de sus pechos al cual se acercan los dedos de la alumna, esta aparece con la falda levantada y sin ropa interior. Mientras la mano de la profesora asciende por el interior del muslo, con la otra la sujeta fuertemente el pelo como si hubiese sustituido la guitarra que aparece abandonada en el suelo por el cuerpo de su joven pupila, el cual yace inerte sobre el de ella. Por su disposición la han puesto en relación con la Pietà of Villenueve-les-Avignon (1455), semejanza que él negaría. Quiza esa semejanza existe, y se deba a una venganza. Algunos críticos apuntan que Balthus la hizo después de que una iglesia protestante suiza, retirara la decoración que el artista había hecho para ella. Pero no solo la actitud, también en el tema han buscado referentes, en este caso, con ilustraciones alemanas pornograficas de final de la S. XIX. Incluso hay quien apunta que la mujer sería su madre y la niña él, ¿estaríamos ante la transferencia del mito de Edipo? Sin duda una obra con muchas lecturas, elementos que como apuntaba antes, no están dejados al azar y teorías freudianas. Una obra provocadora por lo que se ve pero sobre todo por lo que hay detrás y que aún hoy sigue impactando.



Pero hay algo más que también tendría que ver con la lectura de esa obra. Donde nosotros vemos incitación, nuestro artista ve un rito de iniciación hacia la edad adulta, el paso de larva a mariposa, dejando atrás lo más inocente de la infancia. Edad en la que lo sexual que trae la madurez aún no existe, son seres asexuados, por ello define a sus modelos como ángeles. ¿Representaría por lo tanto la Lección de guitarra, el rito iniciático? La explicación de ésta idea de pérdida de ingenuidad quizá se entienda mejor, después de leer lo siguiente. Si os fijáis, en alguna de sus obras aparece un gato... Es el alter ego del propio pintor, que aparecerá como fiel acompañante de la inocencia, velando por ella. Este gato, llamado Mitsou, aparece por primera vez en un librito "Mitsou. Historia de un gato", Este libro parte de unos dibujos que Balthus realizó en su más tierna infancia sobre un gato que encontró y cuidó hasta que se marchó. Rainer María Rilke, amigo de la familia, quedó tan fascinado al verlos que escribiría el prefacio para su publicación. El libro aborda la infancia (gato) como un estado esencial y las pérdidas que se producen en ella, hasta que la abandonamos para pasar a otra edad más adulta.



Balthus fue el artista más políticamente incorrecto, decidió contravenir las normas, no del arte, más bien de la sociedad, de una sociedad mojigata llena de prejuicios y temores hacía un tema tan vetado como el sexual, que tras una primera lectura de lo visiblemente evidente, no trataron ni tratan de ir más allá.

Balthasar Klossowski de Rola, pasaría a la Historia del Arte, de la que su padre fue uno de los grandes historiadores, como Balthus. Murió en 2001 a la edad de 93 años, sin haberse desprendido del san benito que le persiguió a lo largo de su vida. Fue seguidor de Piero della Francesca y admirado por Picasso, el cual compraría alguna de sus obras, por Man Ray o por Bono que puso la banda musical el día de su entierro. 

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"El arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas" (Marcel Duchamp)