martes, 30 de enero de 2018

El griego de Toledo, alguien más que un pintor.

Supuesto autorretrato de El Greco.
(Fragmento de "El entierro del Conde de Orgaz)
"Creta le dió la vida y los pinceles Toledo..." Así comienza el poema que fray Hortensio Félix de Paravicino dedicaría a su gran amigo: El Greco. Èl a su vez realizaría un retrato del fraile, en el que capta con honda profundidad, la personalidad apacible de éste joven hombre. Una frase, que define a la perfección como el bagaje artístico de éste griego afincado en Toledo, culmina en la ciudad del Tajo. Pero no solo su bagaje plástico también el intelectual. El Greco no solo es el creador de formas alargadas, muy manieristas, de colores vivos y altamente expresivos y simbólicos, lo es también y desde su primera formación en Heraklion, ciudad cretense en la que nace, de una teoría artística que emerge en su ciudad de origen, seguramente influenciada por los círculos artísticos en los que se forma,  se potenciará por el contacto con el humanismo veneciano, por los círculos intelectuales romanos y que desarrolla enteramente en Toledo. ¿En qué se basaba ésta teoría ?¿En qué círculos intelectuales se movía tanto en Italia como en España? ¿Quiénes fueron sus protectores o quién le introdujo en éstos ambientes? ¿Cómo y en qué obras se aprecia ésta intelectualidad?


Libro de Arquitectura de Vitrubio con las anotaciones de El Greco.
Biblioteca Nacional  de España (BNE)

Doménikos Theotokópulos (1541-1614) comienza su carrera como pintor de iconos, algo normal procediendo de Grecia ya que era la forma artística más importante de expresión. Iconos con una fuerte influencia bizantina que se aprecia en el hieratismo, la rigidez y el frontalismo propia del género y que vemos en sus primeras obras. Pero en ellas, también vemos la adecuación a un sistema colorista y temático, además de la valoración de lo pictórico, que provenía de Venecia, debido a que Creta estaba bajo dominación veneciana, estableciéndose fuertes contactos mercantiles que propiciaron la llegada de formas y estilos nuevos. Su obra, se constituye así, con un estilo ecléctico pero también muy personal y cambiante, como explica Fernando Marías, que evolucionará a lo largo de su vida. Pero será su faceta de creador de retablos, ya en Toledo, la que le permita desarrollar el estilo por el que se le conoce. Un estilo de formas alargadas, etéreas y expresivas que le llevan a sacrificar lo corpóreo (existen muchas teoría sobre lo etéreo de sus obras). Los grandes cuadros de altar le permitían manifestarse con mayor libertad. Como recogía Juan José Martín González, en ellos imperaba el espíritu ascensional, de formas manieristas, que se reflejan así mismo en las figuras de contornos imprecisos. Se produce una unión entre lo que vemos reflejado en la pintura y el marco al que se adecua, una fusión, que trasmite lo trascendental y religioso de la temática. Pita de Andrade explica, cómo en ello,s se aprecia su vocación como escultor y arquitecto. Y es que el Greco, no es solo el pintor que los artistas del S.XIX, como Rusiñol o Zuloaga, rescataron del olvido para convertirlo en el icono de una visión renovadora, fue también el creador de conjuntos multidisciplinares que combinaban la arquitectura retablística con esculturas, lienzos y telas encoladas en muros y bóvedas creando espacios ilusorios que adelantan lo que sería la escenografía propia del Barroco. Su trayectoria como creador de retablos, comienza con el que realiza para la Iglesia de Santo Domingo el Antiguo (1577) donde ya ha abandonado lo aprendido del Manierismo y de Venecia, para acceder a un nuevo lenguaje altamente expresivo y personal de colores, luces, formas, expresividad y simbolismo. 


"Retablo de Santo Domingo el Antiguo" (1577)
Toledo.

Y culmina con el de la Iglesia del Colegio de Dña María de Aragón o de la Encarnación (1596-9). 



Reconstrucción del "Retablo del Colegio
de Dña María de Aragón" (1596-1600)

El diseño de retablos, no es banal, ni una simple faceta más de su genio creador, va más allá. A través de la valoración de la arquitectura, siguiendo las teorías del momento que la consideraban la más alta expresión artística y que enlazaba directamente con las artes liberales, haciendo que quién la practicaba adquiriese los conocimientos fundamentales para ser un hombre renacentista, lo que hace es legitimar la pintura, su gran pasión. Pero no solo eso, también reafirma su faceta como creador que utiliza su capacidad intelectual y creativa para expresarse y no como artesano en donde lo que se valoraba era el trabajo manual por encima del intelecto. Ahí radica y de ahí parte la importancia de la teoría artística desarrollada por él. Una teoría que quedó reflejada en su gran biblioteca (130 volúmenes) algo infrecuente para un artista de la época, al igual que su formación, donde abundaban libros de arquitectura como los de Vitrubio que anotará con sus ideas plásticas, pero también de arquitectos contemporáneos como Palladio o Vignola, que le muestran como un artista preocupado e introducido en las teorías que harán evolucionar el arte y a sus creadores, pero también en la elaboración de un tratado de arquitectura por desgracia desaparecido. El Greco luchará durante toda su vida, igual que hará posteriormente Velázquez, para que la pintura, al igual que la arquitectura, fuera considerada como un arte liberal y no un oficio manual, lo que suponía, como avanzaba antes, que al artista se le considerara un filósofo, un inspirador de la naturaleza y no un simple imitador de ésta, teoría que defendía Francisco Pacheco. Será Roma, la segunda ciudad después de Venecia donde recala antes de su incomprensible viaje a España, donde complete ésta teoría artística. Allí el contacto que establece con una serie de artistas y humanistas como Fulvio Orsini, que le servirá de enlace para entrar en contacto con el cardenal Alessandro Farnese, da forma final a su concepción del arte y de los creadores. Con ellos descubre las antigüedades cristianas y romanas que se reflejan en sus obras y el Laocoonte, expresión de movimiento y modelo común de los artistas renacentistas. Si en Roma es el Palacio Farnese, en Toledo serán los círculos académicos los que supuestamente frecuentará. En ese momento e influenciadas por las Academias de los Médicis, se desarrollan una serie de tertulias, siendo la más importante la del Conde de Fuensalida, en la que parece pudo participar El Greco. Los temas tratados eran propios de las inquietudes del pintor. Allí se debatía sobre la diferencia entre belleza y armonía, la preponderancia del dibujo sobre el color y la inclusión de la pintura como una más de las artes liberales. Parece que llegó a entrar en contacto con éste círculo a través del hermano del deán de la Catedral de Toledo, el cual, también le propiciaría trabajar en el recién inaugurado taller de la Catedral. Su posible participación en ésta Academia se haría patente en algunos de los retratos que realiza de los asistentes, en los cuales el foco de luz incide directamente sobre su cabeza, un simbolismo que alude a lo intelectual. Algunos de estos contertulianos pueden aparecer retratados en "El entierro del Conde de Orgaz". 


"El entierro del Conde de Orgaz" (1586-8)
Iglesia de Santo Tomé, Toledo
Así mismo se podía relacionar con éste círculo el "Retrato de un médico" que podemos contemplar en el Museo del Prado, cuya identificación puede corresponder con Rodrigo de La Fuente, al que Cervantes calificó como el más ilustre médico de Toledo en una de sus obras. Su intelectualidad quedaría además reflejada, según las normas impuestas desde Italia, por la disposición de la mano derecha en actitud de explicar. Los retratos que realiza se convierten en el reflejo de los círculos culturales en los que se movía, mientras que la pintura de temática religiosa lo será de la espiritualidad y de las normas que imponía Trento, normas en muchos casos obviadas por él ya que su interés se centraba más en los problemas formales de composición, los cuáles resolvía a través de modelos de bulto redondo realizados en barro, cera o yeso, que plasmar las Sagradas Escrituras tal y como imponía la Contrarreforma y su clientela. 

"Retrato de un médico" (1582-5)
Museo del Prado
La idea de la importancia creativa a través del intelecto también queda reflejada en su firma. En alguna de sus obras emplea un término griego antiguo "poiei" que significa crear y que nos habla de sus inquietudes y propósitos. Firma que aparece en el lienzo de "La Anunciación" perteneciente al citado retablo del Colegio de Dña María de Aragón y que se conserva en el Museo del Prado y anterioremente.
"La Anunciación"(1596-1610)
Museo del Prado.
El hecho de firmar todas sus obras, incluso las más pequeñas, y hacerlo en griego nos habla de la reafirmación de su identidad y de su orgullo como cretense, algo que algunos estudiosos ponían en duda. El Greco, que jamás firmó como tal, sino empleando su nombre y apellido al que unió en ocasiones el gentilicio "cretense", se sentía orgulloso de su lugar de origen y de la tradición de la que aún quedaban vestigios en sus obras y que con tanta fama había llegado a Occidente. Un orgullo que queda reflejado en una de las anotaciones de "Las Vidas" de Giorgio Vasari. En ellas, frente a un comentario nada afortunado que hace Vasari sobre el arte bizantino, al cual calificaba como viejo y torpe, y establece como Cimabue y el Giotto fueron los encargados de extinguir su influencia en el arte italiano (Vasari diferencia entre el arte griego a la "manera antica" y el griego que nosotros calificaríamos de bizantino como "la maniera goffa"),  El Greco saldrá en defensa del arte bizantino. Quizá por ello decidirá utilizar su gentilicio, el cual aparece por primera vez  en "La expulsión de los mercaderes del Templo". Para otros era una forma de diferenciarse en un entorno de gran competencia. Debido a éste anclaje en la tradición bizantina sus contemporáneos le rechazaron acusándole de atrasado. Su faceta más moderna no será rescatada y valorada hasta siglos después, será Rusiñol el primer coleccionista de su obra y a través de él y de la pasión que trasmitió a Zuloaga cuando se inicie la defensa artística de éste artista, poniéndose de relieve su originalidad y grandeza. Artistas como Picasso, el ya citado Zuloaga, Sorolla, Óscar Domínguez, así como los artistas del Expresionismo alemán le darán el sitio, dentro de la modernidad, que sus contemporáneos le negaron. Los intelectuales próximos a los círculos de la ILE (Institución Libre de Enseñanza) verán en él al precursor de la escuela pictórica española. 

"Las Vidas" de Vasari con anotaciones de El Greco.

Venecia le enseñó la ciencia del color y de la luz dejándose influenciar por la magistral obra de Tiziano, de Veronés, Tintoretto o Bassano; en Roma aprendió los rudimentos del claroscuro que queda reflejado en "El soplón", la estructura del retrato y el movimiento del Laocoonte, junto con las influencias del genial Miguel Ángel que se aprecian en el "San Sebastián" de la Catedral de Palencia. Toledo le da una gran libertad creativa y expresiva lo que le lleva a numerosos pleitos con su clientela, pero también a la introducción en el ambiente erudito de la ciudad. 

Doménikos Theotokópulos, El Greco, se convirtió en el intérprete más profundo de la sensibilidad castellana, en el precedente y único maestro de Velázquez.





Firma de El Greco en "El martirio de San Sebastián" (1577)
Catedral de Palencia.

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"El arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas" (Marcel Duchamp)