martes, 30 de agosto de 2016

El Bosco en el Museo del Prado: la Exposición.

Hace unos días escribía una entrada sobre el Bosco, hoy lo hago sobre la exposición que el Museo del Prado, en colaboración con la Fundación del BBVA y coincidiendo con los 500 años de su muerte, dedica a su obra y a su figura en el mundo del arte: "El Bosco. La exposición del V Centenario".
Extraordinario el pintor holandés, extraordinaria la exposición, pero también la pequeña guía que acompaña la muestra y que nos da alguna pista de las obras a las que nos enfrentamos, la cual si no queremos llevárnosla a casa, en la salida está dispuesto un buzón para reciclar, un buen guiño a la conservación del medio ambiente. Quizá no tan extraordinario el aglomeramiento de personas, pero eso se esperaba, lo positivo de todo eso es que solo se paraban frente a dos obras: "El tríptico del carro de heno" y el archifamoso "Jardín de las delicias", en el resto de las obras aún siendo igualmente de el Bosco, se podían contemplar, fijarse en los detalles y exclamar "¡qué maravilla!" sin que nadie entorpeciese nuestra visión. En las dos anteriormente citadas, con un poco de paciencia también uno lograba colocarse frente a ellas para intentar trasladarnos a principios del S.XVI y dirimir los significados de esos extraños personajes que pueblan sus lienzos.

La exposición se articula en torno a 7 secciones y 53 obras entre lienzos y dibujos realizados no sólo por el Bosco sino también algunas son obras de taller, otras pertenecen a sus seguidores y a artistas de los Países Bajos contemporáneos suyos, así como radiografías que nos muestran secretos escondidos bajo estas magníficas obras. Durante este recorrido nos adentramos a través del mercado de telas de Hertogenbosch en su ciudad natal contextualizando así su figura. Es interesante ver cómo resolvían la perspectiva los flamencos en el primer cuarto del S.XVI, un triángulo que sin llegar a construirse como líneas que convergen en el horizonte en el punto de fuga nos muestran los intentos de la perspectiva lineal característica del Renacimiento y la utilización de un punto de vista alto, mezclando así dos visiones diferentes. 

"Mercado de telas de Hertohenbosch" (1530)
Anónimo flamenco
La siguiente obra es el retrato de Jheronimus van Aken, como no podía ser de otra manera, conocer y poner cara a nuestros artistas nos ayuda en cierto modo a entender el por qué de su arte. Las 6 siguientes partes están centradas en la Infancia y vida de Cristo, Los Santos, Del Paraíso al Infierno, el Jardín de las Delicias, el mundo y el hombre: Pecados Capitales y obras profanas y La Pasión de Cristo. Un recorrido temático que nos introduce en la mente y creencias vigentes durante el final del S.XV y los primeros años del siguiente siglo. Un recorrido adecuado a un pintor del cual se carecen aún de muchos datos, por lo tanto se hace más adecuado este tipo de recorrido y no uno cronológico, que según mi opinión, está destinado a aquellos pintores que van evolucionando en su pintura, hasta alcanzar el estilo que les define. No es que el Bosco no evolucione, pero lo más significativo de su obra, ese estilo, aparece en sus primeros lienzos. Podíamos caracterizarle como un pintor de evolución rápida. Quizá el recorrido se hace un poco caótico por la abundancia de gente, a pesar de que cada una de las partes está introducida por un breve texto, pero el itinerario dentro de cada una de las partes no estaba demasiado claro, en ocasiones circular, en otras lineal. Una buena idea ha sido alargar hasta la pared las peanas en las que se colocaban las obras cumbres, dirigiéndonos en el camino recomendado. Las obras mas conocidas se convierten en foco de atención obviando al resto y por lo tanto, la ruta que daría sentido a cada una de las secciones. Obras que  exentas nos mostraban, no solo que eran las más destacadas, sino que nos permiten observar los motivos en grisallas visibles cuando el tríptico se cerrase.


Lo que más nos ha llamado la atención de las obras del Bosco, además de los personajes protagonistas de cada uno de los lienzos, son los colores. Y por qué los colores más que los personajes, pues quizá porque estos seres que escapan de los ríos para poblar la tierra o convertirse en naves que surcan los cielos, mejillones de gran tamaño que devoran hombres, fresas que alojan también personajes de los cuales en su mayoría solo vemos las piernas (fijaros en los lienzos del Bosco la importancia que da a las piernas, en ocasiones no existen cuerpos son solo piernas unidas a cabezas que a veces incluso carecen de rostros), orejas que caminan solas con cuchillos entre ellas, o búhos que nos miran insistentemente. Todos ellos han sido reproducidos mil y una vez, pero el color por muy buena que sea la publicación en la que veamos estas obras, jamás reproducirán la viveza de unos rosas magníficos, los naranjas con los que en la mayoría de sus obras nos muestra un incendio (la ciudad del Bosco se incendió quedando marcado en su mente para siempre y por ello lo reproduce una y otra vez), azules y verdes que se nos escapan a la reproducción real de los mismos. Son colores vívidos que desprenden una gran vibración tonal, con contrastes que marcan las diferentes partes del lienzo para indicarnos momentos agradables como cuando uno está en el Paraíso o desagradables como cuando por nuestros pecados nos vemos obligados a habitar el infierno. Pero tampoco hay que olvidar la técnica que en ocasiones, en los vestidos de algunos de sus personajes, reproducen las telas encoladas tan características del gótico escultórico. 

"El hombre-árbol" (1500-1510)
Algunas de las obras, como sabemos forman parte de la colección permanente del Museo del Prado, pero la ambientación es diferente y aunque las hayamos visto en las visitas al Museo, ahora adquieren otro protagonismo y significado. Las exposiciones temporales se han convertido en el motor de los grandes museos a través de las cuales consiguen grandes números de visitantes y de ingresos, convirtiéndose en un instrumento perfecto de marketing de la institución. Se genera numeroso merchandising como el catálogo, pero también otros que reproducen hasta algunos de esos extraños seres en peluche, abanicos, fundas de móviles, chocolates y galletas, todo aquello que nos podamos imaginar y que sea susceptible de convertirse en objeto de recuerdo para niños y mayores. En torno a ellas se crean diferentes actividades, que sirven para ahondar en la muestra: conferencias, ciclo de cine, etc. Pero sobre todo este tipo de exposiciones, nos acercan obras que en algunos casos o bien por lejanía o porque pertenecen a instituciones privadas o porque se guardan celosamente en los almacenes de los museos, nos están vetadas. Y lo más importante contextualizan obras que están diseminadas en la exposición permanente. No es lo mismo ver "el jardín de las delicias" en la sala que el Museo tiene dedicada a el Bosco, que verla en el contexto de la producción del pintor, donde también podemos ver el dibujo preparatorio del hombre-árbol, una de las invenciones iconográficas de mayor éxito de nuestro artista. Un dibujo excepcional que nos muestra que no solo manejaba los pinceles sino también la pluma y la tinta y el cual merece varios minutos de nuestra atención. 


Fragmento del "Tríptico del Jardín de las delicias"

Empezaba diciendo que es una magnífica exposición y acabo diciendo lo mismo y lo amplio a la organización. Quien no haya ido le recomiendo que, ahora que la han ampliado, aprovechen la oportunidad, se acerquen y disfruten de ella y si pueden también, de todas las actividades que se han organizado. 

Pero recordad, el Bosco no es un precursor del Surrealismo, es un hombre que manejó los códigos de su época mezclándolos con una gran imaginación. Freud no le podría haber estudiado, debido a que no solamente los personajes surgieron de su mente, sino también de un momento en el que las alegorías y la creencia en tierras pobladas por personajes con un solo pie llamados monópodos o esciápodos, estaban aún vigentes desde la Antigüedad. 



El Surrealismo y siguiendo las palabras de mi acompañante a la exposición, es un movimiento que resalta el mundo onírico del cual nacen seres extraños pero relacionados con nuestro inconsciente. Pero el Bosco es un artista de su época que nos muestra la visión que tenían de lo que era el infierno y su sistema de valores. 

Muy recomendable, si no se quieren esperar colas y arriesgarse a quedarse sin entrada, es la compra anticipada a través de internet seleccionando entrada con pase horario. Si se hace así, lo único que tenemos que tener en cuenta, es presentarnos a la hora establecida con nuestra entrada en el Edificio de los Jerónimos y acceder tras un control a disfrutar de El Bosco. La exposición del V Centenario. Y por supuesto y por fortuna PROHIBIDO HACER FOTOS.



El Bosco. La Exposición del V Centenario.
Museo del Prado (Edificio de los Jerónimos)
Hasta el 25 de septiembre. 







martes, 23 de agosto de 2016

El Bosco, 500 años de fascinación simbólica


Hieronymus van Aeken "El Bosco"
(1450-1516)

Tentaciones, extracciones, pecados, juicios e infiernos o jardines deliciosos forman parte de la temática de las escasas obras que el Bosco nos legó. La Alquimia, tan presente en Europa hasta el S. XVII y de la que Felipe II fue un gran practicante, guiará su creatividad y también el deslumbramiento absoluto que el rey "prudente" tuvo por este pintor holandés que visitará Europa en dos ocasiones. Entre los muchos objetos y símbolos que caracterizaron la práctica de la Alquimia, se encuentran el alambique y el huevo que desde la Antigüedad era símbolo del Universo y que aparecen en alguna de las obras de nuestro artista.

Su mensaje está encriptado en extraños y fantásticos personajes que se devoran entre sí, que se transforman en seres imaginarios, así como en símbolos, cuyo significado hoy se nos escapa, pero que en aquella época todos entendían. A pesar de ese fallido adjetivo de "oscura" o "negra" con la que califican algunos a la Edad Media, en ningún momento de la historia ha habido mayor riqueza y libertad simbólica e iconográfica. Recordemos los canecillos que pueblan nuestras iglesias románicas plagados de motivos eróticos y sexuales que hoy nos siguen fascinando. La obra de el Bosco pivota además en otros pilares: la profunda religiosidad de la época y de nuestro artista mostrando lecciones moralizantes y la crítica hacia la sociedad en la que vivió, en la cual los excesos y la corrupción quedará recogida a través de herméticas claves. Y precisamente esto último aparece en el Tríptico del carro de heno. A través de ángeles caídos expulsados del Paraíso y que por su desobediencia a Dios adquieren formas monstruosas y rocambolescas o la representación del lugar en el que pasaremos la eternidad si sucumbimos al pecado, nos insinúa que nos apartemos del apego a lo material que es símbolo del demonio. El Bosco ha elegido el mensaje contrario al que se propugnaba en aquella época: el de hacer el bien, un mensaje en sintonía con el que desprende las Sagradas Escrituras y el leitmotiv de cualquier buen cristiano. Sin embargo nuestro artista, mucho más terrenal, nos insta a que nos alejemos del mal. Este tríptico recoge un proverbio flamenco: El mundo es como un carro de heno, y cada uno coge lo que puede, e ilustra diferentes versículos de las Escrituras. Lo cual nos muestra además la plasmación de elementos que estaban al alcance de todos.
Tríptico del carro de heno (1512-1515)
En la Mesa de los pecados capitales y en el Tríptico del Jardín de las Delicias, vuelve a aparecer un lugar siniestro donde a lo lejos vemos las llamas que anuncian el desastre, es el infierno, el lugar al que irán los pecadores representado como un lugar sombrío, de tonos rojizos, lleno de movimiento, de huidas, de miserias y de ataques que contrastan con el resto de paneles de cualquiera de éstas obras dominadas por un cielo azul que despliega la luz y colores más fríos pero a la vez tranquilizadores que trasmiten composiciones más armónicas. 

Tríptico del Jardín de las Delicias (1490-1500)

El Bosco es secuencial en algunas de sus obras como en los trípticos del carro de heno y del jardín de las delicias, ya que nos muestra a modo de sucesión las consecuencias de nuestras actitudes inclinadas al pecado, mostrando no solo la consecuencia sino también los actos de los cuales debemos huir: la música profana a través de partituras e instrumentos musicales, que da nombre el Infierno musical que aparece en el Jardín de las Delicias, el deleite carnal, la gula, etc.. en definitiva, los pecados capitales a los cuáles dedica una de sus obras la Mesa de los Pecados Capitales. 

Mesa de los Pecados Capitales (1505-1510)
Vivió el paso de la Edad Media de donde tomará la mayor parte de su iconografía a la Edad Moderna, un cambio finisecular azotado por grandes revoluciones en la mentalidad, en la sociedad, en la cultura y en la religión y que hicieron de la suya una obra muy particular. 

¿Un loco, un visionario, un alquimista o un hereje, quién fue Hieronymus van Aeken? Un pintor de su época con una particular visión e imaginación, que dio una vuelta más a lo que era entender la pintura y su significado último. Un hombre atemorizado por el pecado, inmerso en una religiosidad que lo invadía todo convertida en el tamiz por el que la vida pasaba. Un inventor de escenarios repletos de seres imaginarios por las características de los cuales les dotaba. Y un genio, que hace que hoy 500 años después de su muerte, aún despierte curiosidad no solo por su obra sino también por su vida. 

Cada obra es hija de su tiempo y hay que mirarlas con la mentalidad de la época en que cada uno de los artistas que las crearon vivieron. Alejándonos de prejuicios, sin anteponer nuestra forma de vida y pensamiento a un mundo en el que a nosotros nos considerarían locos y en el que quizá, el propio Bosco o quizá un cirujano estafador, con un embudo en la cabeza símbolo del engaño, nos extrajese la piedra que nos lleva a la locura. Pero fijémonos bien ¿piedra o pequeño tulipán? ... Una obra es mucho más de lo que se ve a primera vista, en ella influyen el contexto y el bagaje cultural e intelectual del artista. Por eso debemos captar los detalles y ponerlos en relación con los símbolos y la iconografía de la totalidad de la obra, como sucede con las pinturas de este gran pintor. 

La extracción de la piedra de la locura (1501-1505)

Su apodo o sobrenombre, proviene de su ciudad natal: Hertongenbosch, algo habitual en la época. Pero como recoge Joaquín Yarza Luarces, no será hasta 1503-4 cuando comience a firmar sus obras como "Bosch", un sobrenombre que no le dieron en su ciudad, sino que fue motivado por su creciente fama en el resto del país.

Cuando Felipe II ve cercana su muerte, pide que le lleven a El Escorial y reúnan todas las obras que allí se encontraban del pintor holandés, para que fueran dispuestas frente a su lecho. Lo último que verían sus ojos antes de cerrarse serían unas obras repletas de llamas, infiernos, personajes sobrenaturales, castigos y el recuerdo de que lo que hacemos en la tierra se paga en el infierno. Pero ¿que empujó a un rey, como Felipe II, atormentado por una religiosidad exacerbada a contemplar durante 50 días de agonía, unas obras que no hacían más que incidir negativamente en el alma, ya de por sí maltrecha del monarca? Quizá lo mismo que hoy, 500 años después de su muerte, nos empuja a hacer largas colas en el Museo del Prado, para admirar sus obras y seguir indagando en sus significados y en la figura de este gran pintor.

"El arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas" (Marcel Duchamp)