viernes, 5 de octubre de 2018

La atracción de la ciudad moderna en la obra de Gustave Caillebotte.

"La Rúe Halévy, vista desde la sexta planta", 1878.
Gustave Caillebotte.
Colección Privada, Dallas.

Las ciudades tiene un halo mágico que ha intentado ser captado por muchos artistas. Quizá una de las vistas de ciudades más famosa es la de Toledo, pintada por el Greco. Las panorámicas de las ciudades será un tema que se vaya afianzando a lo largo del tiempo, y así, durante el S.XVIII en Italia, se desarrolla un nuevo género, el de la "veduta". Entre sus practicantes encontramos a Canaletto y a Francesco Guardi que fijarán sus ojos en la ciudad de los canales, Venecia. La Plaza de San Marcos, los canales o el Palacio Ducal serán los protagonistas de estas obras que se convierten en antecedentes de las postales para viajeros. En el S.XIX, el Romanticismo no solo se fijará en ruinas y paisajes, como era propio, sino también se inspirará en las urbes. Y así, Jenaro Pérez Villaamil, deja a la posteridad, la "Vista de la ciudad de Fraga y su puente colgante". Y avanzando hasta nuestra época contemporánea, nuestro genial Antonio López, hará lo propio con una de las grandes avenidas madrileñas, La Gran Vía. Ahora ya no se busca dar una visión completa, interesa más el detalle, la atmósfera, los edificios más representativos, el bullicio o la soledad de un punto concreto, tal y como vemos también en la obra de Amalia Avia (1930-2011). Esta pintora, integrante del grupo de los llamados "Realistas madrileños", se especializó en una pintura urbana y nostálgica de aquellos rincones del Madrid más castizo que estaban a punto de desaparecer por la llegada de una nueva modernidad. Fachadas, puertas de tradicionales comercios o las calles por las que trascurría la vida fueron el objetivo de sus pinceles. Pero antes de esto ya hubo otros pintores que trataron de dejarnos un documento de los tiempos modernos en forma de lienzos. Si Amalia Avia captó el instante último, de algunas de esos escaparates, los artistas de fines del S.XIX captaron el instante inicial del nacimiento de una ciudad moderna. Si ella, desde mediados del S.XX, se paró en primeros planos buscando captar en su obra el momento íntimo, ellos lo habían hecho utilizando grandes angulares mostrando así, una perspectiva amplia de las grandes calles que estaban surgiendo. La Revolución Industrial surgida en la segunda mitad del S.XVIII en Gran Bretaña, fue la artífice de todos estos cambios, que se dejaron sentir, primero, en las grandes ciudades.



"Calle de San Mateo", 1974
Amalia Avia.

"Ministerio de Fomento", 1988.
Amalia Avia.


La Revolución Industrial favoreció la entrada de nuevos materiales como el hierro fundido, con el que se realizaron obras de ingeniería civil, como los puentes y permitieron estructuras arquitectónicas más resistentes e ignífugas que se cubrían con grandes acristalamientos.

No solo los ingenieros y los arquitectos se dejaron seducir por los nuevos materiales con los que conseguían estructuras ligeras y novedosas que llenaban de luz los interiores, como vemos en la obra de Antoni Gaudí. El resto de disciplinas no fueron ajenas a estas novedades. La escultura utilizó el nuevo material y las técnicas industriales, a las que dotó de un cariz estético y artístico, tal y como hizo Julio González después de su paso por la fábrica de automóviles francesa, Renault. Los lienzos encontraron nuevos temas con los que entrar en la modernidad, el ferrocarril o los barcos de vapor como veíamos en William Turner, se convirtieron en protagonistas. La máquina ejerció tal poder de seducción, que el Futurismo, lo tomó como eje de su obra. El paisaje urbano cambiaba a las órdenes de nuevas necesidades que propiciaron reformas en las que se buscaban la apertura de grandes bulevares. Ejemplos de estas reformas fueron París y Barcelona. La modernización de las ciudades también llevó aparejado grandes pérdidas patrimoniales, y como consecuencia de ello, se comenzó a valorar el objeto como bien cultural, aunque en un principio solo se aplicaba a los monumentos. Nacieron ciudades de trazados regulares y racionales, de avenidas amplias que se llenaron de edificios modernos en los que se aplicaba todas las novedades nacidas de la Revolución Industrial. Y así, el arte, en cualquiera de sus disciplinas, se hizo eco de la modernidad dejándonos un documento fidedigno del nuevo cambio social.

"Calle de París en un día de lluvia", 1877
Gustave Caillebotte.
Instituto de Arte de Chicago.

Y el pintor que mejor ha reflejado esos cambios ha sido Gustave Caillebotte (1848-1894). En su obra conjuga  realismo, modernidad y cotidianidad. Y así, comenzamos a ver parejas que pasean por las amplias calles de París, diseñadas por el Barón Georges-Eugéne Hausmann, bajo el mandato de Napoleón III. Parejas que como despistadas, se cobijan bajo un mismo paraguas, y que tras su paso, dejan una farola de gas realizada en hierro. La atmósfera nos trasmite un día desapacible, el monocromatismo característico de Cailebotte incide en ello. Pero los sentimientos que emanan de la pareja que pasea por una "Calle de París en un día de lluvia" tampoco nos deja indiferente. Su frialdad, al igual que la del resto de los transeúntes, se hace patente. La ciudad se moderniza al ritmo de los cambios, en muchas ocasiones se vuelven grises, y las personas parece que igualmente inician ese cambio.  Me gustaría que os fijarais en la obra de Amalia Avia, "Ministerio de fomento", la cual también tiene como protagonista a una pareja bajo la lluvia. Ahí lo dejo.

La Revolución Industrial, no solo aportó nuevos materiales y formas de fabricación, también una nueva clase social, el proletariado urbano, al cual Caillebotte también prestaría atención convirtiéndoles en protagonista de varias de sus obras, como en "Los acuchilladores de parqué".

"Los acuchilladores de parqué", 1875
Gustave Caillebotte.
Museo D´Orsay (París)

Hasta ahora, esta nueva jerarquía, no había tenido presencia en las obras de arte, esta presencia estaba ocupada por los jornaleros del campo que veíamos en la obra de Millet. O por la burguesía, que pulcramente vestidos se asomaban a balcones o disfrutaban de su ocio escuchando música en las Tullerías.


"Música en las Tullerías", 1862
Edouard Manet
The National Gallerie (London)

Gustave Caillebotte además de artista, fue amigo y mecenas de los Impresionistas. Pintaba por puro deleite y placer ya que no necesito vender ninguno de los cuadros que pintó. Será tras su muerte, cuando sus familiares vendan y donen algunas de sus obras. Gracias a ello podemos disfrutarlos en diferentes Museos. Enmarcado dentro del Impresionismo, su obra va más allá, ya que ni temática ni técnicamente se muestra demasiado deudor de sus colegas. Si que es verdad, que en algunas de sus imágenes podemos observar la pincelada que les caracterizó, ágil y pequeña. Como detalle, los Impresionistas jamás utilizaron el negro. Parece que la no presencia de este color en sus pinturas !se debió a un olvido! Según cuenta el anecdotario, Renoir dijo que tras el olvido de uno de ellos al ir a comprar los pigmentos, dejaron de usarlo. Si os dais cuentas Caillebotte si que le utiliza, tanto en los trajes de las personas como en la reforma de resolver las sombras. 

Sus pinturas se caracterizan por utilizar planos horizontales que buscan la amplitud. Un primer plano que normalmente estará ocupado por algún personaje; un segundo plano que puede aparecer vacío o bien salpicado de transeúntes, que con la cabeza hacia abajo buscan pasar desapercibidos; y un tercer plano que aporta la distancia y es en el que sitúa el punto de fuga, al que van a converger todas las largas líneas que dan profundidad a la obra. Una profundidad que pone de relieve las dimensiones del París de la Belle Epoqué. Y así podemos meternos en los lienzos y pasear por las amplias avenidas de la Rue Miromesnil, donde Caillebotte y su familia vivían y que habían heredado de su padre. Este había invertido parte de sus ganancias en adquirir inmuebles, uno de ellos fue un palacio de tres pisos en la Rue Miromesnil. Un palacio aislado pero que con el paso del tiempo y las reformas urbanas se convirtió en parte importante del trazado parisino y de la obra del pintor francés. En una de sus ventanas vemos como se asoma su hermano, René, a contemplar la ciudad. Y a la vez nosotros la contemplamos con él, ya que él está colocado en una lateral dejando a su izquierda un espacio por el que se cuela la luz y la vista de la calle. Un espacio que parece estar esperándonos. Frente a la luz que viene del exterior, creada mediante colores claros, que buscan la sensación no solo de luz sino también de amplitud, el interior se presenta más íntimo y cerrado por la utilización de colores oscuros y cálidos. Y así se produce un fuerte contraste entre una zona muy iluminada y otra mucho más oscura. Destaca el estudio de las calidades, que se aprecia en la butaca y en la alfombra, y el fuerte realismo, el reflejo de René en la ventana es impresionante. En cambio frente a estos detalles, el exterior se nos antoja más desdibujado, menos conciso, aquí si utiliza la técnica Impresionista de pequeñas pinceladas. ¿A quién os recuerda este hombre de traje oscuro que nos da la espalda asomado a una ventana? Exacto, quizá a "Caminante sobre un mar de nubes" de Friedrich, ¿verdad? Existen varias diferencias, la más importante es que el caminante de Friedrich contempla la naturaleza, como era propio del Romanticismo y de la obra del pintor alemán. Podemos encontrar muchos otros parecidos, ya que si la naturaleza primero y la ciudad después, se convierten en parte fundamental de las obras, las ventanas tienen su gran espacio. Son elementos que ayudan a crear profundidad, ayudan a dar luz al lienzo y  nos muestran lo que hay al otro lado. Lo que René o Ana María, la hermana de Salvador Dalí, están contemplando ensimismados. Lo único que cambia en todos ellos es la vista que contemplan, las cuales, son propias, del momento artístico e histórico, de la relación que tienen con el pintor, y de la temática predominante.  



"Joven en la ventana", 1875.
(Jeune Homme à sa fenêtre).
Gustave Caillebotte.
La obra "Joven en la ventana" (1875), fue una obra de juventud de Caillebotte y presentada en la exposición de los Impresionistas de 1876 tras ser rechazada en el Salón de Otoño del año anterior. Podíamos considerar que esta obra se convierte en modelo para el pintor, ya que muy pocos años después asomará a otro hombre a un balcón con vistas al famoso Boulevard Haussmann. En esta ocasión nos muestra más la parte alta de la calle, el hombre aparece mucho más elegantemente vestido, pero ocupa el mismo espacio a nuestra derecha que en la obra anterior. En ambos casos, utiliza la disposición de los hombres para dirigir nuestra mirada hacia donde ellos lo hacen. La gran diferencia tiene que ver con el contraste lumínico, que aquí es mucho menor, la importancia se la da más al exterior, que al interior como en el caso anterior, en el que nuestros ojos se posaban en el rojo potente de la butaca. En esta obra, en cambio, no hay opción ya que no muestra el interior de la vivienda.

"Hombre en un balcón, Boulevard Haussmann", 1880
Gustave Caillebotte.
Otro recurso que utilizará, para mostrarnos los cambios traídos por la modernidad, será el Puente de Europa que domina la Estación de San Lázaro, la cuál en esos mismo años, nos mostrará Monet en diferentes variantes, algunas de las cuales fueron compradas por Caillebotte. En estas obras, que tienen como protagonista este puente, parece que los colores de la atmósfera buscan mimetizarse con él. Utiliza colores fríos y una paleta monocromática que no solo refleja un ambiente, que al contemplarlo nos produce frío, climático y emocional. Y ese frío emocional se traspasa a los hombres que pueblan las obras y que todos ellos visten igual. Levan trajes oscuros, se muestran rígidos, impertérritos, no hay contacto entre ellos. Así se busca comparar los trabajos de ingeniería austeros y duros con la sociedad, que parece empezar a vivir de espalda a sus iguales. Caillebotte nos adelanta el futuro.

"En el Puente de Europa", 1876-7
Gustave Caillebotte.
Kimbell Art Museum (Texas)

Caillebotte pintó más lienzos mostrándonos, con peculiares perspectivas e incluso varios puntos de fuga, la ciudad del Sena. Pero yo he decidido mostraros solamente estas. Os invito, como siempre, a que busquéis más obras de este pintor. Y también, como siempre, podéis contarme a qué obras os recuerda "Joven en la ventana". 

"El arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas" (Marcel Duchamp)