martes, 27 de marzo de 2018

La vallisoletana Virgen de las Angustias.

Martes Santo, la Virgen de las Angustias espera ansiosa su salida hacia las calles vallisoletanas, para reencontrarse con cientos de devotos, amantes del arte y turistas, que año tras año esperan impacientes verla recortarse contra el cielo limpio y oscuro de la capital castellana. Notas duras y austeras de tambores y cornetas romperán el silencio marcando su recorrido. Pero hasta entonces y frente a la Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias, solo se oye la expectación de las personas, que arremolinadas, esperan la salida de una de las tallas más bellas de la historia del arte. 

Virgen de las Angustias (ca 1570)
Juan de Juni (1506-77)
"La Zapatona", así llamada popularmente debido al gran tamaño del zapato derecho que asoma por sus vestiduras y que se convierte en un rasgo fundamental en las imágenes de su escultor, es una de los pasos procesionales más queridos e importantes de la Semana Santa vallisoletana, declarada por la UNESCO en 1980, de Interés Turístico Internacional. Un Semana Santa marcada por el silencio y la austeridad castellana que hace que los sentimientos, como en las figuras de Juni, queden contenidos, pero que convierten a la ciudad, en un gigantesco museo al aire libre. Las tallas de grandes imagineros como Francisco del Rincón (1567-1608) y su gran discípulo Gregorio Fernández (1576-1636), salen de los muros de sus Iglesias y del Museo Nacional de Escultura, para recrear la Pasión de Cristo y evocar a aquellas primeras procesiones que empezaron a recorrer la ciudad allá por el S.XV, dando origen, no solo a estos actos de fé, sino también y sobre todo, a un inmenso patrimonio artístico del que todos los vallisoletanos se sienten tan orgullosos. Las esculturas y conjuntos escultóricos, que forman parte de las procesiones de Semana Santa, reciben el nombre de paso, ya que deriva del latín passus cuyo significado es sufrimiento y es lo que vemos reflejado en ellas, encarnando la Pasión de Cristo. En las primeras procesiones, los componentes de las Cofradías se flagelaban y escenificaban partes de esa Pasión.


Valladolid en el s.XVI

Durante la época en la que Valladolid se convirtió en capital de la corte, numerosos artistas llegaron hasta la cuidad. Uno de ellos será Juan de Juni. Un borgoñón, representante junto a Alonso Berruguete, durante el segundo tercio del S. XVI, de un Manierismo altamente expresivo, como explicaba Martín González y muy dramático, algo que estaba muy en consonancia con nuestro sentir. Pero donde también se dejará sentir la influencia del movimiento retorcido del Laocoonte, que conocerían durante su estancia en Italia. Ambos serán los creadores de la inigualable Escuela Castellana, que tendrá a Valladolid en su epicentro no solo durante el Renacimiento, sino también durante el Barroco con Gregorio Fernández. 


El Laocoonte (23-79 d.c)
El Manierismo, proveniente de Italia, supuso la ruptura del equilibrio entre el cuerpo y el sentimiento. Ahora, éste último, se convierte en protagonista. La expresión invade los cuerpos haciéndoles retorcerse, como vemos en la estética de Berruguete. En cambio, el estilo de Juni, quizá por su origen, es más reposado en la expresión corpórea. Su dramatismo se aprecia en los rostros cuadrados de facciones populares, en los gestos teatrales de las manos, en los violentos escorzos y en las telas de gran prestancia que ocultan los cuerpos robustos que hay debajo de ellas. 


San Sebastián (1526-32)
 (Pertenciente al Retablo de San Benito el Real)
Alonso Berruguete

Si Berruguete representa la esbeltez de la línea serpentinata, retorcida e inestable, que le obliga a buscar un punto de apoyo, Juni lo hará de las formas estables y simétricas en esquemas triangulares y composiciones cerradas que aportan un aspecto más sólido y a la vez inmóvil. Un movimiento congelado y escenográfico que le conecta con sus orígenes franceses. Estas características están presentes en "El Entierro de Cristo" (1541-4). Conjunto escultórico que se conserva en el Museo Nacional de Escultura de la ciudad. En él, Juni divide al grupo en dos partes, siendo el cuerpo de Cristo el que aúna a ambos. Lo más interesante, en mi opinión, es la forma en la que resuelve la composición. Siguiendo un esquema clasicista en busca del equilibrio, el movimiento de cada uno de los personajes es contrarrestado, en el lado opuesto, por otro similar. Pero no solo el movimiento equilibra, también la postura corpórea de algunos personajes del conjunto, ahondan en esa idea. Si os fijáis en ellos, sobre todo en los colocados en los ángulos, José de Arimatea a nuestra izquierda y Nicodemo a nuestra derecha, podéis ver cómo están recostados sobre su pierna izquierda, mientras la derecha, se adelanta creando un primer plano. Esquema que también sigue en la imagen protagonista de ésta entrada. La pierna adelantada de los personajes situados en los ángulos del conjunto, ayuda a cerrar una composición en forma de óvalo que proporciona a la escena teatral, la intimidad propia del momento y haciendo que el movimiento agitado y convulso del resto de las figuras, sobre todo el de la Virgen, quede encerrado en él, poniéndole límites. Juni creó una escena para ser vista de frente, para ello se sirve de José de Arimatea el cual gira su cuerpo para mirar, no al cuerpo de Cristo que es el protagonista, sino al espectador. Lo que consigue es el punto de vista frontal que buscaba e involucrar al espectador en la escena. 


"Santo Entierro" (1541-4)
Juan de Juni
Museo Nacional de Escultura (Valladolid)

Juan de Juni (1506-77) llega a Valladolid alrededor de 1540, después de haber pasado por Italia de dónde traerá las influencias de Miguel Ángel expresadas sobre todo en los rostros, la talla menuda de Donatello y el movimiento del ya citado Laocoonte; Salamanca y León. Aunque se desconoce la fecha exacta de la realización de la Virgen para la Iglesia de las Angustias, debido a la pérdida del contrato, si que se sabe que es un encargo que realizaría poco después de ingresar en la Cofradía de la hasta entonces llamada, Quinta Angustia, y que estaría terminada hacia 1570. El hecho de que la Iglesia fuera sede de diferentes gremios como el de entalladores, hizo que no solo Juni, sino también Francisco de Rincón, el cual realizaría para la Cofradía un excelso Cristo de los Carboneros, que en la actualidad sigue saliendo en procesión o Gregorio Fernández, ingresaran como hermanos cofrades en ella. 
Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias
Valladolid

Hay muchas leyendas en torno a su realización. La más común, cuenta como ésta talla no fue encargada en origen por la cofradía vallisoletana, sino por otra de Medina de Rioseco, localidad vallisoletana. La cofradía de ésta localidad la rechazaría por el gran tamaño de su zapato, lo cual la valió su apelativo de "Zapatona" y es entonces, cuando llega a Valladolid, ofreciéndosela a los cofrades de la Quinta Angustia. Pero como recoge Javier Burrieza, éste hecho fue desmentido por Juan Agapito y Revilla, a través de la publicación del testamento del escultor realizado en Salamanca en 1540. En éste temprano testamento, ya se cita la realización de una Quinta Angustia para los riosecanos. 


A la Virgen de las Angustias también se la conoce como "de los Cuchillos", por los 7 puñales que durante siglos y hasta 1970, llevó clavados en el pecho, y que simbolizan los 7 Dolores de la Virgen. Este paso representa el momento en el que María cae desplomada bajo la Cruz de la cual ha sido bajado su Hijo muerto, convirtiéndose en una versión en solitario del Descendimiento, por lo que también encarna a la llamada Virgen de la Soledad. 

La composición sigue un esquema triangular, tan propio del Renacimiento y de Miguel Ángel, aunque en ésta ocasión algunos estudiosos la ponen en relación con las obras de Rafael. Si la silueta forma un esquema triangular, en su interior aparece otro helicoidal, formado por la parte izquierda del cuerpo, avanzando hacia delante el hombro izquierdo hacia el cual se inclina la cabeza. Si os fijáis en la figura central del Laocoonte, que representa al sacerdote troyano, sigue esa misma disposición helicoidal. Posiblemente Juni lo tomase como ejemplo. Se completa con un magnífico escorzo ayudado por el adelantamiento de la pierna derecha hacia el primer plano. Los escorzos se utilizan para dar profundidad, al situar el elemento representado en una línea perpendicular u oblicua, en la que, mientras una parte del cuerpo se introduce en un segundo plano, la otra parte se adelanta hacia el primer plano. Tanto el movimiento helicoidal, como el escorzo, le sirven para romper con las reglas renacentistas y acercarse a las manieristas, dando importancia al sentimiento que se manifiesta en el movimiento. Pero también, le sirve para dar teatralidad a la escena. Una teatralidad dramática que se ve ayudada por el rostro de la Virgen que evoca gran dolor gracias a la policromía. Aunque, durante el Renacimiento y en Castilla, no se utilizaron las encarnaciones mate que darían a la figura un aspecto más real, sino a pulimento, con una apariencia más irreal. Un rostro de gran expresividad que parece trabajado en arcilla, material que Juni acostumbraba a utilizar. Así, como las vestiduras, parecen tela. Algo que se aprecia, sobre todo cuando el dedo pulgar de la mano derecha, se hunde suavemente en ellas.




Seguramente, os sorprenderá una entrada dedicada al arte religioso, ya que desde los inicios del blog, éste ha estado más enfocado al arte profano. Pero ésta talla bien merecía un paréntesis, no por el sentido religioso, sino por la maravillosa gubia de Juan de Juni que tan primorosamente talló la madera de la que surgiría éste paso. Y lo hizo tan bien, que cuando uno se pone delante de ella, ya sea procesionando o en su camarín, ya sea devoto o no, siente como se eriza la piel. La sensación es tan inexplicable que recomiendo a todos, que visiten la cuidad y a su Señora. Siempre intento transmitir la idea de que el arte es un sentimiento, acordaros del concepto de lo sublime y aunque ésta obra, no reúne las características que decíamos se asociaban a éste término, pero si supone una exaltación para el alma. Cuando te sientas frente a ella, en uno de los bancos de su camarín, sin apenas nadie más que tú y la imagen, alzas la vista hacia su rostro, un rostro doliente que eleva al cielo, preguntándose por qué, tienes la sensación de que estaba esperando tú visita, aunque no existe un contacto visual con ella. En muchos de los contratos que se hacían con los imagineros (los que hacen las imágenes), sobre todo durante la Contrarreforma, se hacía constar como éstas imágenes tenían que mirar al devoto para mover a la devoción. Pero en éste caso, por la temática que representa, la Virgen no le mira. Aún así, tienes la sensación de que ella te observa. No sé si por la cercanía, por su gran tamaño, por el rostro compungido y doliente, por los ojos entornados que llenos de lágrimas se elevan en una diagonal suplicantes hacia el cielo o por la mano que se lleva al corazón agarrándose las vestiduras y hundiéndose en ellas, olvidas, que lo que tienes delante, no es más que una representación en madera. Y es entonces, cuando te empieza a invadir su propio sentimiento e igual que a ella, tus ojos, comienzan a inundarse de lágrimas. La emoción, creada también por el ambiente, llega a embargarte y como decía antes, sientes como la piel se eriza y un escalofrío recorre tú cuerpo. Tal vez, éste sentimiento tenga que ver con otra leyenda. La que cuenta que el rostro de la Virgen, en el que es patente la terribilitá heredada de la obra de Miguel Ángel, no es otro, que el rostro moribundo de María, una de las hijas de Juni. 





Pero en estos días no solo las calles de Valladolid verán pasar a la Virgen de las Angustias, también serán y han sido testigo del paso de la "Borriquilla" obra de Francisco Giralte; del Cristo de la Luz, el Señor atado a la columna, el Ecce Homo, así como conjuntos escultóricos como Sed Tengo o el Descendimiento, obras todas de Gregorio Fernández. De todas ellas, destaca el magnífico Yacente de la Cofradía del Descendimiento y Santo Cristo de la Buena Muerte. En éste paso Cristo ya muerto, está cubierto con un minúsculo paño de pureza que deja ver el genial estudio anatómico donde se aprecia la musculatura y que muestra el gran amor que el escultor sentía por el desnudo. Fue realizada en madera de cedro buscando el paralelismo con la cruz de madera en la que fue clavado Jesùs. Según las Sagradas Escrituras, era la misma madera que utilizaban los romanos para hacer las cruces. En ésta imagen, como en otras realizadas por Gregorio Fernández, ya se utilizarán postizos: las uñas serán de asta y para las yagas corcho. Una imagen perfecta y doliente que es portada a hombros por los hermanos cofrades. También procesionarán el Cristo del Olvido de Pedro de Ávila; los crucificados como el de la Buena Muerte, obra anónima vallisoletana de fines del S.XVI, y muchos otros llenarán las calles en una época de recogimiento.


Cristo Yacente (1630)
Gregorio Fernández
Cofradía del Descendimiento




jueves, 15 de marzo de 2018

Lo sublime, conmueve; lo bello, encanta.

"Paisaje rocoso en las montañas
 de arenisca del Elba" (1820-3)
Kaspar David Friedrich
El Romanticismo, como movimiento artístico, nos ha dejado diferentes términos que componen distintas categorías estéticas como lo bello y lo sublime. Términos que definen, no los artistas que serán los que los desarrollen, sino los filósofos del S. XVIII británicos, quienes recuperen la acepción más moderna. El más notable de ellos, Edward Burke, ya que consideraba, al contrario que el resto, que ambas ideas eran excluyentes entre sí y las comparaba con los efectos que la luz producía sobre la oscuridad. Como buen empirista, pondrá lo sublime y lo bello en relación con los sentidos. Su libro A Philosophical Enquiry into the Origin of our ideas of the Sublime and Beautiful, sigue siendo en la actualidad, fundamental en la historia de la estética. Pero también, el alemán Emmanuel Kant, se ocupará de ambos conceptos. Para él más unidos al sentimiento, como lo demuestra una de sus frases: "lo sublime, conmueve; lo bello, encanta". Aunque lo sublime aparece como un concepto ligado al Romanticismo, su origen es mucho más antiguo. Será Longhino en el S.I el que lo cite por vez primera en el libro "Lo sublime", conservado en El Vaticano. Libro descubierto en el segundo tercio del S.XVII y en el que se relatan las características de un buen orador.


Si sentados en una mesa cenando o tomándonos un café después de haber visitado nuestro museo preferido o una exposición de las muchas que hay, hablásemos de las obras vistas, seguramente en varias ocasiones aludiríamos a lo bello y quizá, también a lo sublime ¿Utilizáis el término sublime para hablar de arte? Pero ¿cuál es el significado de cada uno de los conceptos?¿Sabríamos diferenciarlo?

Empecemos por el término bello. Definirlo, a priori, parece fácil e incluso podríamos poner muchos ejemplos. No solo definiríamos con él la estética de la obra, la combinación de colores o las formas utilizadas, también la composición o los juegos lumínicos. Cada uno tenemos un concepto de lo que es bello, por eso no es tan fácil dar una definición y más cuando de arte se trata. Algunas personas encuentran en la estética de "flores y jarrones" lo bello, para otros, entre los que me incluyo, no existiría tal belleza y en cambio, sí la veríamos en obras de estética menos clásica o clasicista. Solemos asociar la belleza a obras de factura muy tradicional, simétricas, proporcionadas, de colores pasteles y formas acabadas. Con ésto no quiero decir que las obras de factura más clásica no sean bellas ¡por supuesto que lo son! Contemplar cualquier obra de Fra Angelico, Botticcelli, Rafael, o anteriores como el "Discóbolo" de Mirón (S.V a.c) es quedarse absorto ante un canon perfecto y en el caso de ésta última ante un estudio anatómico magistral. Yo me refiero a esas otras obras, que no aportan mucho a la historia del arte ni a nuestros sentidos, pero que están muy en boga en determinados sectores de la sociedad y que cuando contemplan obras como el "Discóbolo" solo se quedan con la idea de que "antes" ya se hacían desnudos. Un paréntesis, el desnudo es un arte bello y más cuando nos referimos a obras artísticas, aunque muchos no piensen así. Como muchos sabréis, desde Facebook, se están bloqueando y censurando imágenes en las que aparece éste tema, como las Venus prehistóricas o el "Origen del mundo" (1866) de Courbet. Una obra que ya fue censurada en su época y que no ha sido expuesta al público hasta que en 1995 la adquirió el Museo D´Orsay. Pero no solo en ésta red social, también en museos y en escuelas de diferentes países, los profesores se niegan a enseñar aquella historia del arte que muestre desnudos o partes pudorosas por considerarlo obsceno. Recapacitemos, lo obsceno está en el que piensa eso, no en la obra, ya que éstas se realizaron por un motivo que nada tiene que ver con lo impúdico o lascivo. Si se vetasen todas aquellas obras con esa temática se estaría sesgando la historia del arte. No hay nada más bello que un cuerpo desnudo. 
"Discóbolo" (455 a.c)
Mirón

Si pensáis en alguna obra de arte a la que aplicaríais el término bello ¿Cuál sería? ¿Tiene los valores antes comentados de colores suaves y nada estridentes? ¿La composición es simétrica o al menos hay un equilibrio entre los elementos que vemos en el lienzo o en una escultura? O por el contrario ¿pensaríamos en obras como "Saturno devorando a sus hijos" (1820-3) perteneciente a las Pinturas Negras de Goya o "Black circle" (1923) de Kasimir Malevich? 


"Black circle"  (1923)
Kasimir Malevich
O siguiendo con la idea del desnudo ¿consideráis "El origen del mundo" como una obra bella? Algunos de los vistantes que llegan hasta el museo aún siguen sin pararse frente a ella, mirándola de soslayo, otros se paran por morbo y el resto para contemplar una importante obra de arte, por lo que supuso en el desarrollo del Realismo de la segunda mitad del S.XIX. ¿La aplicaríais el término de bella?

"El origen del mundo" (1866)
Gustave Courbet

Seguramente habrá tantas respuestas como lectores y ninguna será excluyente, estemos o no de acuerdo. Todos sabemos detectar lo bello cuando nos enfrentamos a ello y lo tenemos delante aún siendo muy subjetivo. Como  he dicho en otra ocasiones, la belleza está en el ojo de quien mira.

Pero, si en cambio, hablamos de lo sublime ¿Cómo lo definiríamos? ¿Qué obras entran dentro de ésta categoría estética? Si lo bello se puede definir con palabras, lo sublime es más difícil. No voy a entrar en temas filosóficos ligados a la estética, aunque me encantaría, pero quiero seguir reteniéndoos a vosotros, mis lectores y que sigáis leyendo la entrada hasta el final, ya que considero que es fundamental el término sublime en el arte, pero no quiero hacerlo tedioso. La forma más fácil de definirlo sería a través de muchas de las obras del Romanticismo, aunque no será exclusivo de éste movimiento. Una imagen vale más que mil palabras. Un pintor británico y otro alemán, curiosamente como Burke y Kant, nos servirán de ejemplo. El primero William Turner (1775-1851), el segundo Kaspar David Friedrich (1744-1840). Sus obras comparten elementos, uno de ellos: el protagonismo del paisaje o mejor dicho, la naturaleza que se hace presente en el paisaje. Eso sí la forma que cada uno tiene de representarlo es muy diferente. Pero ¿cómo es esa naturaleza que aparece en sus obras? ¿Es calma? ¿Idílica como la que se mostraba en los paisajes del Rococó? ¿Bucólica? 


"El columpio" (1767)
Jean Honoré Fragonard 

La respuesta sería no. El paisaje del Rococó es solamente un escenario, aporta el marco sobre el cual se desarrolla el verdadero tema. Si contemplamos "El columpio" de Fragonard, podemos ver la idea de lo bello, pero no aparecen las características que definen lo sublime. 

"Caminante sobre un mar de nubes" (1818)
Kaspar David Friedrich
Sí que lo veríamos, en cambio, en las obras de los pintores que nos sirven de ejemplo. Ambos comparten el amor por una naturaleza desbordada, primitiva, salvaje, agreste e intimidatoria. Pero a la vez es fascinante, atrayente, tiene algo que nos empuja hacia ella. Siguiendo a Burke es un "horror deleitable", nos da miedo pero a la vez nos setimos atraídos por ella. No es una naturaleza bucólica como la del Rococó, sino que es melancólica. Nuestra percepción de lo sublime no es tal, es decir, no es una visión, aunque lo contemplemos con el ojo, es un sentimiento, ya que esas sensaciones que experimentamos al observar "Caminante sobre un mar de nubes" de Friedrich o "El Naufragio" de Turner, lo que hacen es complacer nuestro alma. Llegan al sentimiento. ¡Eso es lo sublime! Podiamos definirlo como una categoría estética que va más allá de lo bello, que no se queda solamente en el simple agrado de los sentidos, sino que trasciende, inunda y complace nuestro alma de un sentimiento arrebatador. Lo sublime, como explicaba Burke, está unido a la inmensidad, al vacío, al silencio y a la soledad, características que están presentes en cualquiera de las obras de éstos artistas. Para Kant "es lo que es absolutamente grande". En cualquier caso, siempre irá unido a una naturaleza indómita, inconmensurable y embravecida que nos conmueve y nos lleva al éxtasis y a lo pasional. De una forma sencilla y actual podíamos definirlo como..."un subidón de adrenalina". Lo bello alude más al ojo, a la simple percepción; lo sublime al sentimiento, al alma. 

"Naufragio" (1805)
William Turner 
Pero hay un elemento más a destacar: él individuo. O quizá podíamos decir menos, ya que o no aparece o si lo hace está minimizado, como en el caso de las obras de Friedrich. La naturaleza adquiere tal importancia, es tal su grandeza, que hace que implícitamente la figura humana no exista, quede empequeñecida, aunque explícitamente sí que sabemos de ella, debido a que es la que sufre los efectos de la misma, en el caso de Turner o la que lo observa en el de Friedrich. El pintor alemán utilizará al individuo y lo hará siempre de espaldas y en primer término, lo que le ayuda a crear la perspectiva. Si el Renacimiento puso al hombre en el centro como medida de todas las cosas, el Romanticismo no se olvida de él, pero comienza a otorgar en las obras, importancia a otros elementos.

"Abadía en el robledal" (1809)
Kaspar David Friedrich.

El movimiento romántico fue el primero de la Historia del Arte, que aludió al individuo, a lo irracional y a la subjetividad del artista que ahora puede expresar sus sentimientos libremente. Es por ello, que a pesar de que la idea de lo sublime ya había aparecido durante el Renacimiento, será ahora cuando alcance toda su dimensión, lo cual nos lleva a poner como ejemplo, las obras de éste periodo para ilustrar el término. 
El carácter atormentado del pintor romántico, encuentra en éste concepto llevado al lienzo, la vía para expresarse. Quizá fuese así en el caso de William Turner. A pesar de que nadie dudó de su calidad técnica, sus contemporáneos le acusaron de mentalmente inestable (su madre padecía un enfermedad mental que la llevaría a un sanatorio), por ello, la reina Victoria, se negó a concederle la Orden del Imperio Británico, un nombramiento de honor, que si otorgaría a pintores de menor calidad. El pintor de la luz y factura deshecha, mostraría en sus obras lo sublime unido al éxtasis del alma, convirtiendo la pintura de paisaje, considerada como un género menor, hasta entonces, en un tema de gran importancia a la altura de los siempre queridos y demandados, temas de historia. Ahora, ya no es el decorado sobre el que sucede la escena, ahora, es el protagonista de la escena.


"Lluvia, vapor y velocidad" (1844)
William Turner

Si cuando contempláis lo bello y experimentáis lo sublime, sentís como el corazón se os acelera, sufrís de sudoración, de angustia y obnubilación y vuestro alma entra en éxtasis, algo parecido a cuando os enamoráis, no os preocupéis, estáis experimentando el Síndrome de Stendhal. 

"El arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas" (Marcel Duchamp)