Que el Arte ha despertado el afán
del hombre por poseer no es nada nuevo,
pero quizá la forma de rapiña más desmesurada vino de la mano de Hitler
y de sus dirigentes en la época de la Alemania nazi, durante la Segunda Guerra
Mundial. Pretendía con la incautación de un sinfín de obras, crear un Museo a
gran escala en Linz, su ciudad natal. Hitler durante años y antes de
convertirse en líder del
nacionalsocialismo, había intentado ingresar en la Academia de Bellas
Artes de Viena con el fin de enfocar su
carrera artística hacia la pintura. Jamás lo logró, pero a pesar de ello
siempre se creyó un buen artista. Para algunos historiadores del Arte el intento
fallido de convertirse en artista le empujo a crear su propio museo, confiando
la confiscación de las obras más destacadas del Arte occidental a Hermann Goering
y a marchantes como Hildebrand Gurlitt. Sus objetivos fueron las colecciones de
arte de familias judías y comunistas de marchantes y galeristas de los países
ocupados. Desde 1933 hasta 1945 Goering localizó y saqueó un número
incalculable de obras de todos los tiempos, incluso de aquellas que denominaban
como “arte degenerado” las cuales correspondían a artistas como Kandisnky o
Paul Klee, todas ellas pertenecientes al
arte Moderno y abstracto que definía como “procedente
del perverso espíritu judío o bolchevique “. El estilo pictórico que
practicaba Hitler estaba más en consonancia con el realismo, por ese motivo la
Academia rechazó su ingreso. La venganza hacia el Arte Moderno se materializaría
años más tarde en la exposición de arte “degenerado”, en la que algunos de los
cuadros fueron colgados torcidos como forma de humillación.
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Obra hecha por Adolf Hitler (1914) |
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Cartel publicitario de la Exposición de "Arte degenerado"
(1937) |
Frente al saqueo constante y
sistemático de Museos y colecciones llevado a cabo por los dirigentes nazis, en 1943 el presidente Franklin D. Roosevelt crea
una comisión de salvamento de monumentos y obras de arte en zonas de guerra,
nacen los Monuments Men. Con éste nombre se conoció a los integrantes de la
sección conocida como la MFAA (Monuments and Fine
Arts and Archives), del ejército aliado. Formado por los Conservadores de los
Museos de Boston y del MET, un escultor, un arquitecto, un arqueólogo y un
coreógrafo. Junto a ellos el esfuerzo de
muchos otros, tanto mujeres como hombres, que a pesar de no pertenecer a la
división colaboraron con los aliados para poner a buen recaudo y recuperar las
miles de piezas artísticas que estaban robando los secuaces hitlerianos. Ese es
el caso de Rose Valland, una gran mujer que consiguió ganarse la confianza de
los saqueadores debido a su carácter tímido y recatado y a sus conocimientos
artísticos.
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Monuments Men |
Cuando los ejércitos hitlerianos
entraron en París en 1940 tomaron como centro de operaciones el Museo de Arte
de Jeu de Paume, en el que iban guardando todas las obras que incautaban y desde donde
salían camino a Alemania. Allí trabajaba Rose Valland, encargada de la
seguridad de las colecciones. Debido a su carácter reservado los alemanes jamás
sospecharon que además era colaboradora de la resistencia francesa. Rose fingió
no entender el alemán y durante el tiempo que tuvieron tomado el museo como
centro de operaciones, ella sola fue capaz de llevar un registro minucioso y
preciso de cada una de las obras, los muebles o las joyas, que iban pasando
ante sus ojos, tanto escrito como visual. Pero Rose no sólo realizó esa labor,
antes de que el ejército de Hitler llegara, se dedicó a esconder en los
subterráneos del Museo en el que trabajaba, las obras más destacadas, poniéndolas
a salvo de los saqueadores, e incluso envió otras a Chambord. Por las manos de
Rose pasaron las mejores obras de arte que iban saqueando pero al mismo tiempo
se involucraba cada vez más en la protección de esas obras, incluso llegó a
aprender alemán para saber más de
aquellas conversaciones que tenían dentro de los muros del Jeu de Paume.
Anotaba absolutamente todo lo que
escuchaba, leía la documentación que llegaba enterándose así que iba a pasar
con aquellas obras que llegaban y salían del Museo, hacia donde viajaban,
incluso se llevaba a casa los documentos para copiarla, devolviéndola al día
siguiente para no ser descubierta. De todo lo que oía y escribía daba cumplida
cuenta tanto a la Dirección General de Museos,
como a la Resistencia y a los aliados. Actuó como una verdadera espía a
favor del Arte. Al principio las informaciones eran las normales de traslados, pero
a medida que la guerra avanzaba, esas informaciones ganaban en interés. Cuando
Hitler y los suyos se dieron cuenta que perderían la guerra se plantearon la
destrucción de las obras fruto de la rapiña, esa información llegó a Rose
pasando a la acción. Informó
adecuadamente a sus contactos de los lugares, las fechas, obras y escondites. Toda
la documentación que guardaba en su casa sirvió para interceptar el último tren
que salió de París repleto de obras y evitar que los aliados destruyesen los
lugares a los que se habían trasladado las obras. Su trabajo no sólo se limitó
a un trabajo de oficina, cuando París fue liberada se trasladó a Alemania para
tomar parte activa en la recuperación de lo robado, como una más de los
Monuments Men. En 1952 fue nombrada Conservadora de los Museos Nacionales. 60.000
obras se recuperaron gracias a su inmensa labor.
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Museo de Arte Jeu de Paume. |
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