miércoles, 29 de julio de 2020

Mi profesión, amigo, es desatar tormentas.

Las tormentas tienen algo de mágico. Lo bravo, enfurecido y subjetivo de su carácter se convierte en sinónimo de algunos estados de ánimos excitados y violentos. Quizá por ello los artistas del Romanticismo la eligieron como metáfora y tema de sus obras y de sus emociones. Pero la atracción sobre lo que esta desencadenaba, y no estoy hablando de lo atmosférico, lo encontramos unos años antes del desarrollo del movimiento. En el S.XVIII en Alemania, nace un movimiento literario Sturm und drang al que se considera precedente del Romanticismo. A través de él la batalla embravecida e impetuosa contra el Neoclasicimo y lo Racional, no había hecho más que empezar. Una lucha que se extenderá como si de una tempestad acompañada de rayos, truenos, vientos y precipitaciones intensas se tratara, desde el país germánico al resto de países europeos, primero al Reino Unido y después al resto de países. La primacía de los subjetivo, lo irracional y el individualismo, se erigen en abanderados de un movimiento al que muchos consideran el primer Ismo, el nacimiento de la Vanguardia. 

A pesar de que Francia, fue uno de los últimos países en incorporarse, la veremos capitaneando esta tormenta de sentimientos, de color, de pincelada agitada y empastada, teniendo en Eugène Delacroix a su máximo exponente. Y a él, al autor de obras como "La libertad guiando al pueblo", le invitamos a que forme parte de nuestro blog. Sus obras se convierten en un ejemplo inigualable de las características del Romanticismo y también del propio autor, incluso podíamos decir que su forma de tratar las obras lo que hace es aportar esas singularidades al propio movimiento, colaborando así a dotarle de unos recursos que hoy reconocemos como propios. 

Ya en su "Autorretrato con chaleco verde", vemos algunas de los atributos propios del Romanticismo, como la importancia de la subjetividad que se manifiesta en la captación psicológica del retratado potenciada a través del juego de luces que dejan la mitad de su rostro en sombra. Una sombra que nos habla de un Delacroix introvertido, sensible, intelectual y altamente sofisticado. Pero también nos habla de un dandy, de un hombre elegante que busca romper las convenciones de una sociedad que comenzaba a ser moderna. Un dandy con estilo propio que logrará imponerlo en el mundo artístico. 

"Autorretrato con chaleco verde", 1837
@Museo del Louvre


Aunque era el Neoclasicismo el estilo que en su formación está en auge, él opta por desmarcarse de este racional movimiento y prefiere inspirarse en el Barroco, en la pincelada suelta y empastada que ya por si misma es pura subjetividad. Rubens, Velázquez o el genial maestro Rembrandt están en la base de su formación. El preciosismo de la luz que trasmite, no solo como cualidad sino también como exotismo, lo toma de sus viajes al Norte de Africa. Esa luz que años después también impresionaría a Mariano Fortuny el cual además, como hiciesen los primitivos flamencos primero y Velázquez después, se dieron cuenta de que el aire jugaba un papel trascendental en la observación de los elementos, a los cuales confería una atmósfera especial. En el caso de Fortuny, este observó que la sequedad del ambiente africano potenciaba el color. Ese intenso colorismo, preciosista y exótico, de tonos muy saturados y vibrantes ya sea en atmósferas plateadas como en “La libertad guiando al pueblo” o doradas como las de “La muerte de Sardanápalo” las observamos en la obra del artista francés, conjugándose con la luz que potencia el color, la pincelada y las formas, convirtiéndose todo ello en rasgos de su obra y  del Romanticismo. En esta obra podéis ver además, la fuerte influencia del Barroco en el uso de las diagonales que dotan de gran movimiento, inestabilidad y caos al tema que así lo requería. Viéndose acorralado por sus enemigos, Sardanápalo ordena la muerte de todo su harén e incluso de los caballos, para luego él, después de observar la escena de forma indolente inmolarse. Las tonalidades rojas juegan a favor del drama, de la tormenta desatada por el tirano que plácidamente desde su cama lo observa pero también dota de sensualidad a la obra, de esa sensualidad en los movimientos que nos remiten a Rubens, propia del exotismo y de los cuerpos modelados en cuidadas anatomías.  

La muerte de Sardanápalo. @Museo del Louvre

"La muerte de Sardanápalo", 1827
 @Museo del Louvre

Pero la sensualidad de esta obra de tema histórico, también la encontramos en otra obra de temática curiosa, sobre todo en el momento del que hablamos, “Cama sin hacer”. 


"Cama sin hacer" (Un lit défait), 1827
 @Museo del Louvre


Observándola nos puede recordar a otra ¿a cual? Imagino que muchos responderíamos que a la nuestra cada mañana, pero vamos más allá. Esta acuarela se fecha en 1827, más de un siglo y medio después, a finales de los años 90 del S.XX, Tracey Emin creó “My bed”, obra de la que ya hemos hablado en la manzana dedicada a Damien Hirts y los YBA y que ha sido considerada un icono del arte contemporáneo. 


"My bed", 1998
Tracey Emin.

Si como hemos dicho muchas veces el arte contemporáneo se caracteriza porque el tema no tiene que transcender más allá de lo que vemos, donde el concepto es el propio tema, Delacroix se adelantó a esa idea y en su cama revuelta prescinde de la temática y la convierte a ella en el recurso y en la idea única y fundamental. Parece ser que este tipo de obras eran estudios donde se buscaba practicar acerca de los efectos que las luces y las sombras producían en las telas de los trajes de personajes ilustres que protagonizarían los lienzos. Pero como veis Delacroix decidió romper los convencionalismos y hacer de un estudio una obra acabada. Los pliegues de las sábanas ya no son el elemento donde proyectar los juegos de luces y contraluces sino los propios de una cama vivida y usada. Una cama donde se pudo haber desatado una tormenta de pasiones ya sean carnales o intelectuales, en esa idea de los aristas románticos angustiados y abrumados por sus pensamientos. Si vamos un poco más allá, y teniendo en cuenta la influencia Barroca podía incluso recordarnos los bodegones, un tema típico del S.XVII, que se extiende por todos los países europeos y que en cada uno se diferencia a por la temática utilizada.  Si lo sé, no hay bodegones barrocos que tengan como protagonistas los aposentos, pero si los hay que tienen como protagonistas ajuares de mesa, objetos de uso cotidiano que trasmiten una enseñanza moral. La misma enseñanza y el mismo bodegón con un significado diferente que Emin quiso trasladarnos, significados actuales y contemporáneos como las noches de borrachera, desajustes y vicios de la artista. 

Eugène Delacroix (1798-1863) fue alumno aventajado de otro artista romántico, Théodore Géricault, desarrollando aspectos que este había iniciado. Su fructífera carrera empezó en el Salón parisino con la obra "La barca de Dante" donde utiliza un formato grande (algo muy característico del Barroco, y que muchos autores que estudiaron a Velázquez adoptarían), la noche, el claroscuro y la inspiración en la literatura, en esa literatura medieval que en ocasiones bebe de lo espectral y sobrecogedor que tanto calaría en nuestro movimiento. 


"La barca de Dante", 1822
 @Museo del Louvre

Sus visitas al Louvre para estudiar la obra de los grandes artistas del Renacimiento desde Tiziano a Rafael, los viajes a Inglaterra donde entra en contacto con la obra literaria de Lord Byron que le inspiraría obras como la citada de Sardanápalo y el contacto con el Norte de África y Argelia debido a su misión como delegado de la Embajada francesa están en la base de sus obras. 


A Litsz se le atribuye una frase: mi profesión, amigo, es desatar tormentas, tormentas que hoy siguen trastocándonos esa parte del alma o del cuerpo que se nos encoge cuando observamos una obra o escuchamos una pieza de música propia del Romanticismo o de cualquier otro movimiento o estilo que nos guste. 

Espero que esta entrada os guste, que os acerquéis al arte y busquéis en él esa parte de la emoción que en ocasiones se nos difumina, y por supuesto, manteneos a salvo de la tormenta que vivimos. 

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"El arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas" (Marcel Duchamp)