Martes Santo, la Virgen de las Angustias espera ansiosa su salida hacia las calles vallisoletanas, para reencontrarse con cientos de devotos, amantes del arte y turistas, que año tras año esperan impacientes verla recortarse contra el cielo limpio y oscuro de la capital castellana. Notas duras y austeras de tambores y cornetas romperán el silencio marcando su recorrido. Pero hasta entonces y frente a la Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias, solo se oye la expectación de las personas, que arremolinadas, esperan la salida de una de las tallas más bellas de la historia del arte.
"La Zapatona", así llamada popularmente debido al gran tamaño del zapato derecho que asoma por sus vestiduras y que se convierte en un rasgo fundamental en las imágenes de su escultor, es una de los pasos procesionales más queridos e importantes de la Semana Santa vallisoletana, declarada por la UNESCO en 1980, de Interés Turístico Internacional. Un Semana Santa marcada por el silencio y la austeridad castellana que hace que los sentimientos, como en las figuras de Juni, queden contenidos, pero que convierten a la ciudad, en un gigantesco museo al aire libre. Las tallas de grandes imagineros como Francisco del Rincón (1567-1608) y su gran discípulo Gregorio Fernández (1576-1636), salen de los muros de sus Iglesias y del Museo Nacional de Escultura, para recrear la Pasión de Cristo y evocar a aquellas primeras procesiones que empezaron a recorrer la ciudad allá por el S.XV, dando origen, no solo a estos actos de fé, sino también y sobre todo, a un inmenso patrimonio artístico del que todos los vallisoletanos se sienten tan orgullosos. Las esculturas y conjuntos escultóricos, que forman parte de las procesiones de Semana Santa, reciben el nombre de paso, ya que deriva del latín passus cuyo significado es sufrimiento y es lo que vemos reflejado en ellas, encarnando la Pasión de Cristo. En las primeras procesiones, los componentes de las Cofradías se flagelaban y escenificaban partes de esa Pasión.
Valladolid en el s.XVI |
Durante la época en la que Valladolid se convirtió en capital de la corte, numerosos artistas llegaron hasta la cuidad. Uno de ellos será Juan de Juni. Un borgoñón, representante junto a Alonso Berruguete, durante el segundo tercio del S. XVI, de un Manierismo altamente expresivo, como explicaba Martín González y muy dramático, algo que estaba muy en consonancia con nuestro sentir. Pero donde también se dejará sentir la influencia del movimiento retorcido del Laocoonte, que conocerían durante su estancia en Italia. Ambos serán los creadores de la inigualable Escuela Castellana, que tendrá a Valladolid en su epicentro no solo durante el Renacimiento, sino también durante el Barroco con Gregorio Fernández.
El Manierismo, proveniente de Italia, supuso la ruptura del equilibrio entre el cuerpo y el sentimiento. Ahora, éste último, se convierte en protagonista. La expresión invade los cuerpos haciéndoles retorcerse, como vemos en la estética de Berruguete. En cambio, el estilo de Juni, quizá por su origen, es más reposado en la expresión corpórea. Su dramatismo se aprecia en los rostros cuadrados de facciones populares, en los gestos teatrales de las manos, en los violentos escorzos y en las telas de gran prestancia que ocultan los cuerpos robustos que hay debajo de ellas.
Si Berruguete representa la esbeltez de la línea serpentinata, retorcida e inestable, que le obliga a buscar un punto de apoyo, Juni lo hará de las formas estables y simétricas en esquemas triangulares y composiciones cerradas que aportan un aspecto más sólido y a la vez inmóvil. Un movimiento congelado y escenográfico que le conecta con sus orígenes franceses. Estas características están presentes en "El Entierro de Cristo" (1541-4). Conjunto escultórico que se conserva en el Museo Nacional de Escultura de la ciudad. En él, Juni divide al grupo en dos partes, siendo el cuerpo de Cristo el que aúna a ambos. Lo más interesante, en mi opinión, es la forma en la que resuelve la composición. Siguiendo un esquema clasicista en busca del equilibrio, el movimiento de cada uno de los personajes es contrarrestado, en el lado opuesto, por otro similar. Pero no solo el movimiento equilibra, también la postura corpórea de algunos personajes del conjunto, ahondan en esa idea. Si os fijáis en ellos, sobre todo en los colocados en los ángulos, José de Arimatea a nuestra izquierda y Nicodemo a nuestra derecha, podéis ver cómo están recostados sobre su pierna izquierda, mientras la derecha, se adelanta creando un primer plano. Esquema que también sigue en la imagen protagonista de ésta entrada. La pierna adelantada de los personajes situados en los ángulos del conjunto, ayuda a cerrar una composición en forma de óvalo que proporciona a la escena teatral, la intimidad propia del momento y haciendo que el movimiento agitado y convulso del resto de las figuras, sobre todo el de la Virgen, quede encerrado en él, poniéndole límites. Juni creó una escena para ser vista de frente, para ello se sirve de José de Arimatea el cual gira su cuerpo para mirar, no al cuerpo de Cristo que es el protagonista, sino al espectador. Lo que consigue es el punto de vista frontal que buscaba e involucrar al espectador en la escena.
San Sebastián (1526-32) (Pertenciente al Retablo de San Benito el Real) Alonso Berruguete |
Si Berruguete representa la esbeltez de la línea serpentinata, retorcida e inestable, que le obliga a buscar un punto de apoyo, Juni lo hará de las formas estables y simétricas en esquemas triangulares y composiciones cerradas que aportan un aspecto más sólido y a la vez inmóvil. Un movimiento congelado y escenográfico que le conecta con sus orígenes franceses. Estas características están presentes en "El Entierro de Cristo" (1541-4). Conjunto escultórico que se conserva en el Museo Nacional de Escultura de la ciudad. En él, Juni divide al grupo en dos partes, siendo el cuerpo de Cristo el que aúna a ambos. Lo más interesante, en mi opinión, es la forma en la que resuelve la composición. Siguiendo un esquema clasicista en busca del equilibrio, el movimiento de cada uno de los personajes es contrarrestado, en el lado opuesto, por otro similar. Pero no solo el movimiento equilibra, también la postura corpórea de algunos personajes del conjunto, ahondan en esa idea. Si os fijáis en ellos, sobre todo en los colocados en los ángulos, José de Arimatea a nuestra izquierda y Nicodemo a nuestra derecha, podéis ver cómo están recostados sobre su pierna izquierda, mientras la derecha, se adelanta creando un primer plano. Esquema que también sigue en la imagen protagonista de ésta entrada. La pierna adelantada de los personajes situados en los ángulos del conjunto, ayuda a cerrar una composición en forma de óvalo que proporciona a la escena teatral, la intimidad propia del momento y haciendo que el movimiento agitado y convulso del resto de las figuras, sobre todo el de la Virgen, quede encerrado en él, poniéndole límites. Juni creó una escena para ser vista de frente, para ello se sirve de José de Arimatea el cual gira su cuerpo para mirar, no al cuerpo de Cristo que es el protagonista, sino al espectador. Lo que consigue es el punto de vista frontal que buscaba e involucrar al espectador en la escena.
"Santo Entierro" (1541-4) Juan de Juni Museo Nacional de Escultura (Valladolid) |
Juan de Juni (1506-77) llega a Valladolid alrededor de 1540, después de haber pasado por Italia de dónde traerá las influencias de Miguel Ángel expresadas sobre todo en los rostros, la talla menuda de Donatello y el movimiento del ya citado Laocoonte; Salamanca y León. Aunque se desconoce la fecha exacta de la realización de la Virgen para la Iglesia de las Angustias, debido a la pérdida del contrato, si que se sabe que es un encargo que realizaría poco después de ingresar en la Cofradía de la hasta entonces llamada, Quinta Angustia, y que estaría terminada hacia 1570. El hecho de que la Iglesia fuera sede de diferentes gremios como el de entalladores, hizo que no solo Juni, sino también Francisco de Rincón, el cual realizaría para la Cofradía un excelso Cristo de los Carboneros, que en la actualidad sigue saliendo en procesión o Gregorio Fernández, ingresaran como hermanos cofrades en ella.
Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias Valladolid |
Hay muchas leyendas en torno a su realización. La más común, cuenta como ésta talla no fue encargada en origen por la cofradía vallisoletana, sino por otra de Medina de Rioseco, localidad vallisoletana. La cofradía de ésta localidad la rechazaría por el gran tamaño de su zapato, lo cual la valió su apelativo de "Zapatona" y es entonces, cuando llega a Valladolid, ofreciéndosela a los cofrades de la Quinta Angustia. Pero como recoge Javier Burrieza, éste hecho fue desmentido por Juan Agapito y Revilla, a través de la publicación del testamento del escultor realizado en Salamanca en 1540. En éste temprano testamento, ya se cita la realización de una Quinta Angustia para los riosecanos.
A la Virgen de las Angustias también se la conoce como "de los Cuchillos", por los 7 puñales que durante siglos y hasta 1970, llevó clavados en el pecho, y que simbolizan los 7 Dolores de la Virgen. Este paso representa el momento en el que María cae desplomada bajo la Cruz de la cual ha sido bajado su Hijo muerto, convirtiéndose en una versión en solitario del Descendimiento, por lo que también encarna a la llamada Virgen de la Soledad.
La composición sigue un esquema triangular, tan propio del Renacimiento y de Miguel Ángel, aunque en ésta ocasión algunos estudiosos la ponen en relación con las obras de Rafael. Si la silueta forma un esquema triangular, en su interior aparece otro helicoidal, formado por la parte izquierda del cuerpo, avanzando hacia delante el hombro izquierdo hacia el cual se inclina la cabeza. Si os fijáis en la figura central del Laocoonte, que representa al sacerdote troyano, sigue esa misma disposición helicoidal. Posiblemente Juni lo tomase como ejemplo. Se completa con un magnífico escorzo ayudado por el adelantamiento de la pierna derecha hacia el primer plano. Los escorzos se utilizan para dar profundidad, al situar el elemento representado en una línea perpendicular u oblicua, en la que, mientras una parte del cuerpo se introduce en un segundo plano, la otra parte se adelanta hacia el primer plano. Tanto el movimiento helicoidal, como el escorzo, le sirven para romper con las reglas renacentistas y acercarse a las manieristas, dando importancia al sentimiento que se manifiesta en el movimiento. Pero también, le sirve para dar teatralidad a la escena. Una teatralidad dramática que se ve ayudada por el rostro de la Virgen que evoca gran dolor gracias a la policromía. Aunque, durante el Renacimiento y en Castilla, no se utilizaron las encarnaciones mate que darían a la figura un aspecto más real, sino a pulimento, con una apariencia más irreal. Un rostro de gran expresividad que parece trabajado en arcilla, material que Juni acostumbraba a utilizar. Así, como las vestiduras, parecen tela. Algo que se aprecia, sobre todo cuando el dedo pulgar de la mano derecha, se hunde suavemente en ellas.
Seguramente, os sorprenderá una entrada dedicada al arte religioso, ya que desde los inicios del blog, éste ha estado más enfocado al arte profano. Pero ésta talla bien merecía un paréntesis, no por el sentido religioso, sino por la maravillosa gubia de Juan de Juni que tan primorosamente talló la madera de la que surgiría éste paso. Y lo hizo tan bien, que cuando uno se pone delante de ella, ya sea procesionando o en su camarín, ya sea devoto o no, siente como se eriza la piel. La sensación es tan inexplicable que recomiendo a todos, que visiten la cuidad y a su Señora. Siempre intento transmitir la idea de que el arte es un sentimiento, acordaros del concepto de lo sublime y aunque ésta obra, no reúne las características que decíamos se asociaban a éste término, pero si supone una exaltación para el alma. Cuando te sientas frente a ella, en uno de los bancos de su camarín, sin apenas nadie más que tú y la imagen, alzas la vista hacia su rostro, un rostro doliente que eleva al cielo, preguntándose por qué, tienes la sensación de que estaba esperando tú visita, aunque no existe un contacto visual con ella. En muchos de los contratos que se hacían con los imagineros (los que hacen las imágenes), sobre todo durante la Contrarreforma, se hacía constar como éstas imágenes tenían que mirar al devoto para mover a la devoción. Pero en éste caso, por la temática que representa, la Virgen no le mira. Aún así, tienes la sensación de que ella te observa. No sé si por la cercanía, por su gran tamaño, por el rostro compungido y doliente, por los ojos entornados que llenos de lágrimas se elevan en una diagonal suplicantes hacia el cielo o por la mano que se lleva al corazón agarrándose las vestiduras y hundiéndose en ellas, olvidas, que lo que tienes delante, no es más que una representación en madera. Y es entonces, cuando te empieza a invadir su propio sentimiento e igual que a ella, tus ojos, comienzan a inundarse de lágrimas. La emoción, creada también por el ambiente, llega a embargarte y como decía antes, sientes como la piel se eriza y un escalofrío recorre tú cuerpo. Tal vez, éste sentimiento tenga que ver con otra leyenda. La que cuenta que el rostro de la Virgen, en el que es patente la terribilitá heredada de la obra de Miguel Ángel, no es otro, que el rostro moribundo de María, una de las hijas de Juni.
Pero en estos días no solo las calles de Valladolid verán pasar a la Virgen de las Angustias, también serán y han sido testigo del paso de la "Borriquilla" obra de Francisco Giralte; del Cristo de la Luz, el Señor atado a la columna, el Ecce Homo, así como conjuntos escultóricos como Sed Tengo o el Descendimiento, obras todas de Gregorio Fernández. De todas ellas, destaca el magnífico Yacente de la Cofradía del Descendimiento y Santo Cristo de la Buena Muerte. En éste paso Cristo ya muerto, está cubierto con un minúsculo paño de pureza que deja ver el genial estudio anatómico donde se aprecia la musculatura y que muestra el gran amor que el escultor sentía por el desnudo. Fue realizada en madera de cedro buscando el paralelismo con la cruz de madera en la que fue clavado Jesùs. Según las Sagradas Escrituras, era la misma madera que utilizaban los romanos para hacer las cruces. En ésta imagen, como en otras realizadas por Gregorio Fernández, ya se utilizarán postizos: las uñas serán de asta y para las yagas corcho. Una imagen perfecta y doliente que es portada a hombros por los hermanos cofrades. También procesionarán el Cristo del Olvido de Pedro de Ávila; los crucificados como el de la Buena Muerte, obra anónima vallisoletana de fines del S.XVI, y muchos otros llenarán las calles en una época de recogimiento.
Cristo Yacente (1630) Gregorio Fernández Cofradía del Descendimiento |
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