jueves, 19 de noviembre de 2020

Brassaï y los grafiti parisinos.

 En la actualidad existe una gran controversia sobre el valor de los grafiti, quizá por cierta consideración denostada de lo que hemos venido a denominar "arte callejero" o street art. Pero como dice ese proverbio, nada es nuevo bajo el sol. 

Boulevard Saint Jacques, 1930-2.

Hagamos, una vez más, un viaje en el tiempo, y de nuevo, como en otras entradas, trasladémonos a París. París bien vale una misa, parece que dijo Enrique IV y por eso volamos hacia allí. Una vez que estamos ubicados en el espacio, vamos a hacerlo también en el tiempo. La década de 1930 será nuestro momento y por último como si de un cuento se tratase, nuestro pasos errantes se encuentran en plena calle con un fotógrafo, Gyula Halász o sencillamente Brassaï. El ojo de parís está fotografiando una pared llena de dibujos incisos, casi infantiles, corazones, rostros esquemáticos, todas aquellas impresiones anónimas y populares que se iba encontrando en sus salidas y que animaban las callejuelas parisinas. Tenemos todos los componentes de una nueva manzana, solo nos queda desarrollarla. Acordaos seguimos estando en el París de los años 30 y nuestro objetivo los grafiti de Brassaï y su consideración dentro del mundo del arte y de lo que denominamos street art. 


Serie IV: el amor
Brassaï (Gyula Halász)
@Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.


En los años 30 el mundo no era una fiesta, ya que diversos acontecimientos estaban marcando una década con importantes repercusiones económicas, sociales y políticas. Por un lado, la década se inauguraba con una de las mayores crisis económicas hasta entonces vivida, la Gran Depresión, que llevaría al colapso de los sistemas financieros y a la hambruna de miles de familias. "Las uvas de la ira", de Steinbeck, muestra la desolación por la que atravesaría el gigante americano y el sueño por una vida mejor. Junto a esto, diferentes países, entre ellos España, ven sucederse conflictos bélicos, insurrecciones, golpes de Estado y revueltas que desembocan en el auge de los totalitarismos. Con este panorama los años 30 no podían terminar bien, y el 1 de septiembre de 1939 los ciudadanos del mundo asisten impávidos a la invasión de Polonia por parte de los alemanes, dando comienzo a la Segunda Guerra Mundial. La cultura, el arte, no será ajena a estos acontecimientos y por ejemplo, en 1937, Picasso pinta "El Guernica", un encargo de la República española para el Pabellón español de la Exposición Internacional de París de ese mismo año, diseñado por Josep Lluis Sert y Luis Lacasa. Cuentan que una vez invadido París, los nazis llamaron a la puerta de Picasso como hacían en repetidas ocasiones, intentando que el malagueño pudiese delatar a alguno de sus colegas judíos o a miembros de la Resistencia francesa. Picasso siempre repetía el mismo gesto, les daba una tarjeta con la imagen de El Guernica. Pero en una ocasión, el oficial de la Gestapo al ver la imagen le preguntó: "¿Esto lo ha hecho usted? A lo que el artista respondió: "No, esto lo han hecho ustedes". Imagino que a partir de este momento, la animadversión que Hitler y sus secuaces tenían por Picasso y por lo que ellos consideraban "arte degenerado", fue creciendo. Pero en París, en esa década, también se dan cita marchantes como Gertrude Stein, escritores como Henrry Miller, que se trasladaría a la ciudad de la luz, buscando nuevos mercados, nuevas amantes y nuevos escándalos. El será quién apode a Brassaï como "el ojo de París".  Y en este ambiente, comenzará a fotografiar todos aquellos muros que se interponían a su paso. Considerado miembro del grupo surrealista, las fotografías de esas imágenes callejeras fueron publicados en la revista Minotaure, órgano de difusión de la última Vanguardia del primer tercio del siglo XX. 

Portada realizada por André Derain. 

La atracción que los surrealistas y Brassaï sentían por estos grabados incisos, parte del primitivismo de los mismos, que en ocasiones pueden incluso recordarnos aquellas imágenes de animales, huellas de manos, trazos incisos y rellenos con pintura o arqueros que hicieron nuestros antepasados en los abrigos de cuevas como Altamira o en Ojo Guareña, entre muchas otras. Y su significado no dista mucho del supuesto significado que los hombres de la Prehistoria, aquellos primeros habitantes del mundo, quisieron plasmar, su deseo de caza a través de lo que han denominado la magia simpática, o sus creencias, así como posibles mapas de las cuevas. En los años 30, los grafitis que inmortalizó Brassaï también buscaban expresar deseos o creencias, aunque actualizados al momento que cada uno vivió. O simplemente, buscaban ser una forma de expresión, como también lo fueron las primeras manifestaciones artísticas. Y el fotógrafo húngaro sabía eso, tanto es así, que decidió plasmarlas en sus series fotográficas, ya que como él llegó a decir, si no se hacia se perdería. Actuó como un recolector de imágenes, como ya estaban haciendo los etnógrafos. Esa idea nos habla de una consideración de esos dibujos esquemáticos como verdadero arte y el deseo de documentar, de dejar constancia, de unas manifestaciones, en ocasiones extravagantes, que formaban parte del colectivo parisino. Pero como todo, para nuestro fotógrafo estas imágenes trascendían más allá del simple hecho de ser expresiones de lo popular. 



Dos elementos aparecen unidos a estas formas de expresión, por un lado ser futo del encuentro casual, del azar y por otro su relación con las corrientes existencialistas. El azar es un concepto que aparece íntimamente ligado con el Surrealismo, concretamente André Breton acuñaría un concepto que fue el del "azar objetivo". La expresión proviene de Engels, pero él la adoptará  y adaptará para el movimiento artístico. Podría definirse como el encuentro fortuito entre lo que nosotros queremos y la vida puede ofrecernos. Este fenómeno, denominado también de la sincronicidad por filósofos como Carl Jung, no tendría tanto de casual o de encontradizo, no tendría tanto de azar. Si seguimos investigando en el concepto, podríamos definirlo como algo que deseamos que suceda y finalmente sucede, ¿una especie de poder mental? o ¿un deseo del inconsciente que se nos materializa en un suceso coincidente en el tiempo? Es decir, posiblemente Brassaï ya conocía esas imágenes grabadas en las paredes, al salir a fotografiarlas caminaría errante con el objetivo de encontrar más, y ahí es donde intervendría el azar, ya que al dar la vuelta a cualquier esquina se encontraría con alguna de ellas. 

Pero hay otro concepto que el fotógrafo proyectaría sobre estos grafitis: el pensamiento existencialista, ya que las figuras, los símbolos aunque anónimos, estaban realizados por un individuo, que la corriente existencialista reconoce como independiente del mundo que le rodea, no como un ser abstracto sino como uno concreto. Y lo que vierte en las paredes forma parte de su existencia. Ellos decían que su existencia era su esencia. Por lo tanto los grafitis, se convertían en el alma, en los trasmisores de una existencia previa y de la suya propia. 


Así visto el arte urbano debería ser considerado como un arte, pero en la actualidad, los grafiti son vistos como el ataque de vándalos a estructuras sociales. Si antes hablábamos de la unión con la corriente existencialista, con el significado del que los artistas dotan a sus creaciones, estas representaciones nos darían indicadores de lo que opina una parte de la sociedad sobre el sistema globalizado y establecido. ¿Hay diferencias entre aquellos primitivos grafiti que poblaban las calles parisinas y los actuales? Posiblemente sí, según mi punto de vista no, ya que ambos son expresiones de un momento muy determinado. Pero vamos a detenernos muy brevemente en el concepto street art. 

Cuando Brassaï inmortalizó esas imágenes callejeras, aún el término no estaba acuñado, habría que esperar a los años 90 para que comenzasen a denominarse street art o arte urbano. Y curiosamente con ese nuevo concepto, se quieren definir los actos artísticos ilícitos que se realizaban en las calles, podíamos decir con nocturnidad y sin permiso de los que gobiernan. Yo no voy a poner etiquetas, sobre a que grupos pertenecen las personas que realizan esas imágenes, creo que no hay nada más absurdo que etiquetar. En las calles de vuestras ciudades seguramente hay o bien en los pavimentos o bien en las paredes imágenes o frases que nos trasmiten algo y que han sido patrocinadas o encargadas al artista de turno o al que está de moda o al que queremos patrocinar o el que está más cerca de nuestros ideales por vuestros ayuntamientos. Eso no se persigue...¿por qué? Fácil, porque nos están lanzando un mensaje dirigido, pero cuando ese mensaje no está dirigido nos parece que la misma manifestación artística es ilegal. ¿Al fin y al cabo no son dos formas de expresión de una misma sociedad? 

Uno de los grafiteros más famosos que quizá se nos vienen a la cabeza no es otro que, si el que todos estáis pensando: Banksy, perseguido, más quizá por conocer su identidad que por las imágenes de denuncian que cada cierto tiempo aparecen en diferentes muros de distintas ciudades. Todas esas imágenes reivindican, critican, opinan, nos informan y documentan un momento concreto de la sociedad, y como documento, al igual que los grafiti de los años 30 parisinos, tienen su validez. Es una forma de entender el mundo en el que vivimos, y las ideas de una parte de la sociedad. 


Banksy


¿Qué opináis vosotros? Os recomiendo a este gran fotógrafo para que de su mano conozcáis las calles nocturnas del París de Brassaï.

Cuidaos, el mundo está muy peligroso ahí fuera. 

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"El arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas" (Marcel Duchamp)