domingo, 15 de abril de 2018

Dora Maar, fotógrafa surrealista.

Dora Maar (1948)
The Art Institute of Chicago.

Dicen, que detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer. Quizá sea una afirmación demasiado encorsetada y anclada en un pasado, en el que eran ellos los que protagonizaban la historia, y ellas, las que permanecían en la sombra. La sociedad del momento las impedía el avance, y ese era, en muchos de los casos, el motivo de su oscuridad, y lo que hizo que ellos gozasen de esa grandeza. En el caso de las mujeres unidas a artistas, y que en ocasiones, ellas también lo eran, se convertían en sus musas y en sus referentes, no solo en sus compañeras, negándolas su faceta de creadoras. Musas, de las que hoy, conocemos su gran potencial. Una de ellas fue Dora Maar. Ella y su trabajo quedarían eclipsados por la figura de Pablo Picasso. Nadie hizo sombra a la genialidad del malagueño. Quizá solo el Guernica, ha logrado ponerse a la altura de su creador. Si el Guernica ha sido la obra que se ha igualado en importancia a Picasso, ella también ha sido, la que en cierto modo, ha dado su sitio a Dora. Mientras él daba forma a este gran icono universal, ella con su Rolleiflex, documentaba los cambios y los avances de la pintura. Y gracias a ella, y a su gran trabajo, conocemos el proceso creativo de esta significativa obra.

Proceso de creación de el Guernica (1936-7)
Fotografía de Dora Maar.

De la vida de Dora Maar (1907-97) se conoce más bien poco. Su vida fue larga y corta a la vez. A pesar de que murió a los 89 años, se podía decir que los últimos 54 años de su vida, pasaron por ella sin ser vividos. Cuando en 1943 Picasso decide abandonarla por otra joven amante y musa, Françoise Gillot, la vida de nuestra Dora acaba. Sola, con la única compañía de Paul Éluard, que nunca la abandonaría, arruinada y aislada del mundo, ambas cosas por decisión propia, y rodeada del recuerdo y de más de 100 obras de Picasso, pasará el resto de su vida en un pequeño apartamento parisino de la rue de Savoi del que solo saldrá una vez muerta. Con solo haber vendido alguna de esas obras, que al morir donaría a un monje, podía haber salido de su ruina. Ella no lo hizo, prefirió la incomodidad de la miseria antes que renunciar al recuerdo.

"Silence" (1935)
Dora Maar.

Dora lo tenía todo para triunfar, era una joven guapa, elegante, moderna y lo más importante, era inteligente e independiente, con un carácter fuerte e impulsivo, con el que además de atraer a un Picasso ya maduro, logró hacerse un hueco en el tan cerrado y complicado grupo surrealista, al igual que lo hizo María Blanchard. María no necesitó de ningún hombre para triunfar y Dora tampoco lo necesitaba, tenía las capacidades suficientes para seguir siendo una gran artista. Cuando Picasso irrumpe en su vida, como un caballo galopante, ella le dejó arrasar con todo y todo lo que hasta entonces había sido y logrado, desaparece. Conocerle, supuso su ocaso. Su relación podía haberse convertido en un duelo de personalidades y artísticamente favorecerse y retroalimentarse, y hoy, alabaríamos ese hecho y las obras nacidas de esa unión. Esta retroalimentación en parte si existió, ya que realizaron una serie de retratos en los que mezclaban la técnica pictórica y la fotográfica (técnica cliché verre). Tal y como también hicieron María Blanchard y Juan Gris, compartieron experiencias, disquisiciones prácticas y teóricas, lo que demuestra que su conexión no solo fue pasional, también intelectual. La inteligencia de Dora atrapó a Picasso como no lo hizo ninguna de sus otras amantes. Pero inexplicablemente, y no por comodidad, Dora sucumbe a Picasso y renuncia a su faceta de creadora.

"29, rue d´Astorg" (1936)
Dora Maar.

Una tarde de 1936 en el café Les Deux Magots, en París, Dora y Picasso vuelven a encontrarse. Ella sentada en una mesa hacía pasar entre sus dedos una afilada navaja. Pero esa navaja, también iba lacerando sus dedos ensangrentando uno de sus guantes. Picasso obnubilado, se acerca a ella para pedirla una cita, y Dora, le da el guante con la sangre de sus heridas. Así comienza una historia de amor y desamor que ella se obstinó en alargar, sabiendo, que aquello estaba más que terminado. Su insistencia por un amor que ya estaba muerto la llevó a la eterna tristeza. 

Untitled (1936)
Dora Maar.

No sé si existen las casualidades, si la vida es una paradoja o una ironía, pero si analizamos la anécdota, tanto el juego como el guante manchado de sangre, podían ser elementos que formasen parte de cualquier obra surrealista, pero sobre todo, se convierten en una premonición. El guante con sangre que ella le entrega, podría perfectamente ser un símil con la tradicional pedida de mano en un compromiso de boda. El guante que Dora le da, representa su mano, pero una mano herida que se adelanta al dolor que la traerá esa unión. La importancia de la mano queda reflejada en muchas obras. Si os fijáis en los retratos que se conservan de ella, tanto los fotográficos, como los pictóricos realizados por Picasso, aparece con un gesto muy característico. Habitualmente posaba apoyando la cara en sus manos. Unas manos, de las que destacan sus largos dedos. Dedos que incluso llega a apoyar en la parte alta de su cabeza, como si nos estuviese dando pistas de una locura posterior de la que será tratada con electroshock. Era muy habitual que los fotógrafos surrealistas utilizasen en sus imágenes partes del cuerpo como manos y pies, también ojos como metáfora de lo consciente y lo inconsciente, o que el cuerpo apareciese distorsionado o adoptase la forma de un maniquí. También veremos máscaras, muñecas y maniquíes, que hacen alusión a los temores, a lo erótico o al deseo, como las de Kati Horna. Maniquíes, que también estaban presentes en la obra del pintor metafísico Giorgio de Chirico, que influenciará con su estética, a algunos artistas del Surrealismo.


"Dora Maar" (1936)
Man Ray.

Incluso cuando Picasso la retrata en otras posturas o gestos, los dedos tendrán una gran importancia, convirtiéndose en un recurso expresivo junto con sus grandes ojos claros. Pero los retratos que de ella hizo, nos dan una semblanza de la personalidad de la fotógrafa y también como la relación se iba deteriorando. Y como si del retrato de Dorian Gray se tratase, la cara de Dora va cambiando, la tristeza va haciendo mella en ella y Picasso, lo muestra a través de colores cada vez más fríos. Mi pasión por el arte descansa en muchos pilares, uno de ellos tiene ver con la cantidad de información que nos proporcionan las obras, las cuales, se convierten en elementos parlantes. A través de ellas, podemos reconstruir parcelas de una vida o completarlas. Los colores y las formas, que en este caso van volviéndose cada vez más angulosas, nos hablan no solo de un estilo pictórico, también nos añaden datos de la personalidad de Dora y de cómo la veía Picasso.

"Dora Maar con uñas verdes" (1936)
Pablo Picasso. 

Pero antes de llegar a una decadencia, provocada por ella misma, Dora fue una de las reinas de la fotografía surrealista. Su obra fue tan importante, que sus imagénes fueron objeto de colección por parte de destacados amantes del arte y de museos como el MoMA o el MET. Algunas de ellas, formarían parte de la Exposición Internacional del Surrealismo, que entre junio de 1936 y la primavera de 1938, pudo verse en lugares como Londres o Ámsterdam. Obras como "Père Ubu", perteneciente a la colección permanente del Metropolitan de Nueva York, siguen exhibiéndose. Esta obra se pudo ver en la exposición Fantastic Art, Dada, Surrealism, organizada por el MoMA entre 1936-7, junto a otras de artistas tan destacados como El Bosco, Arcimboldo, Goya, Max Ernst, Dalí o William Blake. Aunque a simple vista la fotografía de "Père Ubu", pueda parecernos un fotomontaje, no lo es. Realmente, lo que vemos y de lo que Dora se sirvió para crear a este viejo tirano ciego, es un armadillo. Una imagen que por su expresividad se convirtió en el icono del Surrealismo. Un personaje, el de Ubú rey, tomado de la obra de teatro escrita por Alfred Jarry que sirvió de inspiración a Picasso y a Miró, para el cual se convirtió en una obsesión. A través de los "valores" que encarnaba este dictador, ambos artistas denunciaron la represión y la falta de libertades y carencias de todo tipo, que en España y durante más de 40 años, estábamos sufriendo a manos de otro dictador llamado Franco.

"Père Ubu" (1936)
Dora Maar.

Dora Maar o Henriette Theodora Markovitch, nació un frío día de noviembre en Tours, Francia, en el seno de una familia acomodada y con inclinaciones artísticas. Su madre era violinista y su padre arquitecto. Su vocación la lleva a completar su formación en la Academia del pintor André Lothe, donde se formaron artistas como Tamara de Lempicka o Henry Cartier-Bresson. Muy pronto se introducirá en la Vanguardia, en un principio a través de la Nueva Objetividad, para luego integrarse en  el círculo parisino del Surrealismo. Sus fotografías más admiradas serán las de los repudiados por la sociedad, como las que realiza en 1934 en Barcelona. Fotografías que nos van mostrando la afiliación política de Dora, una afiliación que compartiría con Picasso y con el Surrealismo. En ellas mostrará su lado más humano, tratando el tema con una enorme dignidad. Un tema, que curiosamente, Picasso había abordado en la etapa azul. Cuando Dora entra en contacto con el grupo surrealista, abandona los temas más cool para abordar estos otros, donde la realidad social se impone con una gran carga política y social. Capta imágenes del día a día de ciudades como París o Londres, y de los personajes que por ellas pululaban.



"Money and Morals" (1934)
Dora Maar
Sus primeras fotografías, en cambio, están unidas a la moda, a la publicidad y a los cosméticos. Dora no trabajaba sola, colaboraba con otro fotógrafo llamado Pierre Keffer. Ambos formaban un equipo perfecto haciendo reportajes para la revista Madame Figaro. Fotografías que fueron protagonizadas, por la modelo Assia, un icono surrealista a la que Dora capta en actitudes eróticas. Si Assia era su modelo, un jovencísimo Brassaï les ayudaba a retocar las imágenes. Con el tiempo, este joven húngaro, se convertiría en uno de los fotógrafos más destacados de la escena parisina, siendo sus nocturnos el tema principal de su obra.

Estudio para la moda (1936)
"Assia nue" (1934)
"Assia tenant une anémone" (1934)
Dora Maar.

Las imágenes de Dora, se caracterizan por las superposiciones, las formas constructivas de sus fotografías que la acercan a la arquitectura, las composiciones con ausencia de montajes o la presencia de ellos, distorsiones o dobles exposiciones como se aprecia en la obra "Untitled", que aparece un poco más arriba; desnudos, paisajes o retratos y autorretratos con las manos entrelazadas. Imágenes, que emanan misterio a través de las atmósferas y de los recursos, y que tanto por la temática como por la técnica la muestran deudora de los postulados surrealistas.

"Baigneuse" (1931-6)
Dora Maar.
Dora no solo fue fotógrafa, también se dedicó a la pintura, técnica que siguió cultivando mientras mantenía la relación con Picasso, para algunos alentada por él, para otros, si Picasso la animó a pintar, fue para que no le hiciese sombra a través de la fotografía de la cual se mostró como una auténtica creadora de una estética, que aunque adherida al Surrealismo, fue muy personal. En mi opinión, a Picasso no le daba ningún miedo que Dora pudiese eclipsarle, ya que sabía que eso era imposible, no porque no creyese en sus capacidades como fotógrafa, sino porque él hacía mucho tiempo que estaba consagrado. Pero sobre todo, porque lo que más le atrajo de ella, como decía antes, fue su carácter y sus capacidades artísticas e intelectuales. Dora era una mujer inteligente, reconocida en el mundo del arte y Picasso encontró en ella a una amante con la que poder divertirse dentro y fuera de la cama, pero sobre todo a una mujer con la que podía establecer un diálogo conceptual, imaginativo y creador y eso, seguro, que le inspiraba mucho más. Picasso siempre supo rodearse de los mejores y sabía que Dora, pertenecía a ese círculo. 


"Les années vous guettent" (1932)
Dora Maar.
De su calidad artística nos hablan no solo sus obras, sino también las exposiciones que museos y galerías la organizaron, tanto a nivel individual como en otras de carácter colectivo, desde 1932 hasta casi la actualidad. La gran aportación de Dora a la fotografía surrealista fue la capacidad creadora y expresiva, marcada por una gran subjetividad y fuerza psicológica. Los fotógrafos surrealistas vieron y se sirvieron del potencial expresivo de una técnica, que hasta entonces solo se utilizaba explotando sus recursos tecnológicos aplicados a la captación de una realidad objetiva. Dora Maar, Man Ray, André Kertész, Maurice Tabard o Brasaï, no fueron simples fotógrafos, fueron creadores. La gran aportación del Surrealismo al mundo del arte fue múltiple, y va más allá de ese Surrealismo más comercial, divulgado y misterioso que atrae a las masas. Su gran aportación, fue entender la fotografía como un arte más. Los integrantes del grupo surrealista, traspasaron los límites de la simple captación de lo real, buscaron lo inconsciente de la mente, recurrieron a lo onírico, se sirvieron del automatismo, de las composiciones inventadas a través del fotomontaje y el fotocollage. Buscaron y plasmaron lo más subversivo y revolucionario debido a la herencia Dadá de donde surgió el Surrealismo. Pero en sus imágenes no solo se desarrolla el lado más creativo ya que subyace otro psicológico. Estas características que imprimieron a sus obras, fueron las que hicieron que la fotografía se erigiese cómo un arte más y comenzase a entrar y a exponerse en los museos. El primero que entendió que la fotografía era un medio artístico y de expresión fue el MoMA.

"Jeux interdits" (1935)
Dora Maar
Y estos museos que apostaron por la fotografía, son los que aún siguen recordando a Dora Maar como una gran artista y parte fundamental del Surrealismo, aunque indisolublemente a su nombre vaya unido el de Picasso. Como ella recordaría en una de las pocas entrevistas y en la última que concedería en 1994, él no fue su único amante, ni tampoco el que más dolor la causó, pero, y esto lo añado yo, si fue el último y el que más repercusión mediática sigue teniendo debido a su importancia en la historia del arte.


"Sans titre (fleurs)" (1932-5)
"La liberté" (1935-6)
"Le kangourou d´osier" (Londres, 1934)
Dora Maar
Dora Maar escondía bajo su fuerte carácter una enorme fragilidad. Una fragilidad, que la llevó a crear obras, en las que los protagonistas, eran los olvidados de la sociedad a los que reivindicó dándoles su sitio. Una fragilidad, que la hizo autorretrarse rodeada de un halo de incertidumbre e inquietud, o misterioso y sobrecogedor como diría Cartier-Bresson. Una fragilidad, que la llevó a ser una gran artista y creadora. Una fragilidad, que compartió con otras artistas como su colega Meret Oppenheim o la también fotógrafa Francesca Woodman. Cada una, y por motivos muy diferentes, dieron muestras de la debilidad que escondían sus almas. Pero de ellas, siempre recordaremos, su fortaleza artística.


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